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03 de diciembre

Noche de la desaparición.

21:50 p.m

Álvaro

Cerré la puerta de mi habitación con cuidado para no hacer ruido. No quería llamar la atención de Romeo.  

Tentar a la suerte es peligroso

No debí hacer lo que hice. Había cavado mi propia tumba desde que puse un pie dentro de ese cuarto. Necesitaba desaparecer un tiempo. Ponerme a salvo. No quería morir.

Mamá y papá no estaban en casa; se habían ido a visitar a los abuelos a Inglaterra. Estaba completamente solo durante tres días. Demasiado tiempo desprotegido.

Estar en esta casa durante tanto tiempo me consumía, no era sano para mi. Los demonios que se escondían detrás de la puerta siempre amenazaban con abrirla y atormentarme hasta perder la cabeza. Más de lo que ya estaba. Depende del día adoptaban una forma diferente pero coincidían en una cosa: era aterrador.  La habitación se hacía cada vez más pequeña hasta el punto de no poder casi respirar y notar como mis huesos crujían. Luego la puerta se abría con lentitud y las sombras reptaban por la pared hasta el techo. Recorrían todo hasta llegar a mi y destruirme poco a poco.

Bajé las escaleras y me dirigí a la puerta principal. Huir era la única opción. 

Romeo estaba furioso. No quería hablar con nadie, no quería ver a su novia, no aguantaba verme.

Estaba en mi cuarto, tumbado en la cama, leyendo un libro junto al silencio que brindaba la casa. Estaba relajado.

La puerta de mi cuarto se abrió y rebotó  contra la estantería provocando un golpe sordo y que varios objetos se cayesen y se hicieran añicos. Me levanté como acto reflejo. El libro se cayó al suelo. Todo era un desastre. Le miré asustado mientras mi cuerpo se tensaba. Romeo seguía en la puerta, con la respiración irregular y violenta. Sus ojos permanecían fijos en mi. Sus manos estaban cerradas en puños y su mirada desprendía odio.

-Tú- susurró con desprecio y me señaló con el dedo índice- Eres un capullo.

No sabía si iba a pegarme o solo amenazarme. Su cuerpo transmitía una cosa y su mirada otra. Se estaba conteniendo porque no podía permitirse tener otro encuentro con la policía. No podíamos tapar sus delitos por mucho más tiempo. Me miraba deseando hacerme daño, repetir aquello. Quería revivir lo sucedido hace semanas. Lo había disfrutado y yo lo sabía. Y él sabía que yo lo sabía y le divertía jugar con mi débil mente. Finalmente, respiró hondo y sus hombros se relajaron.

-Aléjate de Raquel y aléjate de mi si no quieres acabar mal, hermanito.- Me miró por unos segundos. Sus palabras eran tranquilas y pausadas pero su tono de voz transmitía todo lo contrario. 

Giró su cuerpo con la intención de irse, pero sin previo aviso, cogió una taza y me la lanzó contra la cabeza. No me dio tiempo a reaccionar por lo que se estampó contra mi rostro, rompiéndose. Romeo se fue dando un portazo.

Me sangraba la frente.

Abrí la puerta de casa y miré al interior por última vez. Se escuchó un golpe que provenía de la habitación de Romeo. Me estremecí.

-¡Álvaro, estás muerto!- gritó y oí como abría la puerta.

Salí de casa y eché a correr.

11 de diciembre

19:50 p.m

Damián

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora