Capítulo Cuatro

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Olivia

¿Recuerdan esas historias donde la protagonista llega a su casa ilusionada porque finalmente pudo pasar tiempo con el chico que le gusta? ¿Esa parte donde llega a su cuarto, se recuesta y no puede borrar su sonrisa hasta quedarse dormida? Bueno, eso no me pasó. Había estado toda la tarde sin contestar el celular, solo excusándome con Damien alegando no querer salir por el clima.

Ahora, luego de una tarde sin tener que ser la chica perfecta debía inventar una excusa y fingir que no ocurría nada.

Apenas ingreso a mi hogar me dirijo hacia la sala donde sé que estarán mis padres. Efectivamente, están sentados en sillones contiguos cada uno leyendo un libro. Ellos son ese tipo de parejas a las cuales el amor se les nota de lejos. Algún día yo quisiera que alguien me mirara de esa forma, como si yo fuese lo más increíble que ha conseguido.

Eso solo trae a Damian a mi mente. Él merece que lo miren de esa manera y por mucho que me esfuerce sé que esa persona nunca seré yo.

- ¿Cómo te fue cariño? - la voz calmada de mi madre me saca de mis pensamientos.

-Bien, madre. En realidad, no fuimos a ningún lado. La lluvia me sorprendió a medio camino y preferí esperar en una cafetería a que pasara. - mi último comentario despierta la curiosidad de mi padre quien detiene su lectura para observarme.

-Debiste llamarme. Te hubiese recogido. -dice mientras me escanea con la mirada y levanta una de sus cejas. - ¿Estabas con Damien?

-No, él se ha quedado en casa con unos amigos.

- ¿De quién es eso entonces? - pregunta señalando la sudadera que Tyler me ofreció.

Estaba tan ocupada disfrutando de su compañía y lamentando tener que volver a mi realidad que ni siquiera me di cuenta de que aun traía puesta aquella prenda.

-Me tope con un compañero de clase en la cafetería. -Eso no era una mentira. – Hacía frío y me ofreció su sudadera. – Tampoco era mentira.

-Qué joven tan considerado. - menciona mi madre- Seguro intenta enamorarte. Tenemos que decirle a Damien que tenga cuidado. -Apenas suelta aquellas palabras siento que palidezco. - ¿Estás bien, querida? Estas algo pálida.

-Estoy bien, mamá. Solo algo cansada. - Ya estamos volviendo a lo de siempre. Todo en la vida de la perfecta Olivia siempre son mentiras. - Creo que iré a mi habitación.

Me despido rápidamente deseándoles buenas noches, pero por la mirada que mi padre me da se que no está muy convencido con respecto a lo que dije. Al recostarme en mi cama, por fin sola puedo ser todo lo rara que yo quiera. Así que tomo la sudadera en mis manos y la llevo hacia mi nariz. Llámenme loca si quieren, pero me encanta su colonia, no es fastidiosa, ni fuerte como la de muchos chicos que conozco. Es fresca y relajante, como él.

Mi parte sensata sabe que debo devolvérsela el día lunes, pero ¿a quién quiero engañar? No voy a devolverla. Prefiero fingir demencia y tomarla como prisionera. Tal vez nunca volvamos a entablar otra conversación así que al menos esto me servirá de consuelo.

El fin de semana lo paso estudiando, leyendo los mensajes del grupo y tratando miserablemente de no pensar en él. Inevitablemente el lunes llega y aunque estoy ansiosa por volver a verlo sé que también tendré que volver a mi aburrida rutina ignorando todo lo que paso el viernes.

Llego a tiempo como siempre y veo que Abby ya está sentada en uno de los bancos del patio. Debo hablar con ella acerca de lo que escuchó en los baños. No quiero que nadie se entere mucho menos Rebeca.

-Hola Abby- al escucharme despega la vista de su celular y me observa.

-Hola Liv. ¿Qué tal todo? - me sonríe y en cuanto intento responder levanta la mano deteniéndome- No te preocupes. Si es con respecto a lo del viernes, no tienes que darme explicaciones. Todos tenemos secretos. No diré nada si eso te preocupa.

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