El día anterior, cuando estábamos apunto de desayunar, Hobi Hyung, recibió una llamada, lo mantuvo ocupado más de una hora en la cocina, podía escuchar los leves sollozos que salían de su preciada garganta y podía observar como algunas lágrimas rondaban por sus mejillas, el perrito de Hobi había fallecido.
Desde entonces se ha encerrado en nuestro cuarto y no ha salido siquiera a comer, cuando me deja entrar a la habitación me dedico a abrazarlo por la cintura y a acariciar las hebras de su sedoso cabello con mis largos dedos mientras yacemos acostados sobre nuestra cama.
El silencio es nuestra única compañía en esos momentos, pero puedo sentir como me lo agradece solo con ver sus preciosos ojos iluminarse al verme.
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