Lágrimas en la lluvia

539 27 0
                                    

Lágrimas en la lluvia

El otoño había llegado a Róterdam y, junto a él, el suave olor a humedad por las mañanas, el frío y las lluvias que haría que el salir de casa sin una indumentaria apropiada, o sin ir armado con un amplio paraguas, fuese completamente imposible.

Aquella mañana el cielo se había teñido de un gris oscuro que anunciaba lluvia y tormenta eléctrica. El viento agitaba los árboles ferozmente, amenazando con partirlos por la mitad, zarandeándolos hasta dejarlos sin sus coloridas hojas. Estas habían creado sobre el asfalto una alfombra multicolor gracias a que la presión que ejercían los coches al pasar por encima de ellas las adhería a la carretera.

Govert había empezado esa mañana con una taza de café solo, el periódico Algemeen Dagblad doblado sobre la mesa y sus ojos clavados en la televisión. Un chico vestido de traje señalaba la zona de Róterdam, avisando de las abundantes precipitaciones que habría durante las siguientes 48 horas. Se tomó el café de una sentada, sintiendo como el líquido bajaba por su garganta, quemando todo lo que rozaba. Ojeó el periódico, pero ninguna noticia le llamó la atención lo suficiente como para que se detuviese unos segundos para leer algo más que los titulares.

Agarró la chaqueta negra colgada en el perchero de la entrada y estiró una de sus manos para coger las llaves situadas sobre la cómoda mientras se terminaba de poner la chaqueta. Miró la bufanda colgada en el perchero y, aunque dudo durante unos segundos, decidió tomarla y dejarla colgando de su cuello sin envolverla alrededor de este.

Por un momento por la cabeza de Govert se cruzó la idea de no ir a la oficina, pero justo esa mañana el comité de lectores iban a decidir si debían invertir dinero en una obra que les había mandado una chica que vivía en Ámsterdam, una tal Femke Van Der Meer.

Además, había llegado hace unas semanas a la oficina un amigo de Emma, que iba a sustituir a la chica por un tiempo indefinido mientras ella terminaba su doctorado en Luxemburgo. Govert dudaba que su hermana volviese a la editorial una vez que tuviese el titulo entre sus manos, aun así, no se había molestado en buscar a otra persona para sustituirla ya que no le habían llegado quejas del sustituto.

Cuando sacó su coche del garaje ya habían empezado a caer las primeras gotas de una lluvia que atormentarían la ciudad los próximos días. Esto hizo que extremar la precaución en su camino a la editorial, apretando entre sus manos el volante e intentando mantener toda su atención en la carretera, alternando miradas entre todos los retrovisores.

Le tomó un par de minutos llegar al aparcamiento del edificio donde se encontraba la editorial. Se había comprado el piso en el que vivía cerca de la editorial para así poder trabajar desde casa, pero también estar accesible en caso de que hubiese algún problema en ella. Eso era algo que, por lo general, no ocurría, es por ello por lo que en innumerables ocasiones por su cabeza le había cruzado la idea de mudarse lejos de la ciudad, como él siempre había querido, pero nunca había reunido el suficiente coraje para hacerlo.

Govert subió hasta el vestíbulo del edificio. Había un grupo de personas esperando al ascensor, y cuando este se abrió entraron en él unas seis personas. Una de las chicas se dio cuenta de que Govert había entrado por la puerta. Para ahorrarle la espera colocó una de sus piernas fuera del ascensor para evitar que las puertas se cerrasen. La chica no parecía haber tenido una buena mañana, o eso es lo que gritaba su traje rojo que había quedado empapado, haciendo que sus pantalones de campana cayesen con poca gracia en sobre sus tacones La chica se había tenido que abrochar su blazer rojo para evitar que su sujetador se viese a través de su camisa blanca.

-Gracias.

La chica asintió y retrocedió un par de pasos para situarse al lado de dos chicas que parecían ser sus compañeras de trabajo.

El Lago De Los Nenúfares (NedSpa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora