UN NUEVO COMIENZO

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No sé cuantos días pasaron hasta que recupere la conciencia, recuerdo que cuando desperté, una inmensa cantidad de luz atravesó mis ojos, fue una sensación desagradable, igual que cuando llevas horas a oscuras y de pronto se encienden todas las luces a tu alrededor, más o menos así.
Parpadeé varias veces hasta conseguir ver con claridad, lo primero que distinguí fue la esbelta figura de Rose, estaba allí, sentada a mi lado, mi querida Rose, acariciando mi piel tratando de darme calor.
Miraba por una ventana situada al lado de la cama en la que estaba tumbado.
— Jack, cariño, por favor, despierta, no me dejes. - decía repetidamente. Logré ver cómo una lágrima recorría su pálida mejilla mientras pronunciaba tales palabras, las cuales parecían dolerle de sobremanera. Moví con delicadeza mi mano hasta rozar la suya, al sentirlo, se sobresaltó y dirigió su mirada rápidamente hasta mí. — Oh, Dios, Jack, menos mal que has despertado, no podía perderte Jack. - sollozó esta, cuando se percató de que estaba despierto, la alegría logró inundar su rostro de lágrimas. Sin darme cuenta, Rose había conseguido robarme otra sonrisa más, no dije ni una palabra, solo la miré fijamente, sonriendo y acariciando su mano.
Miré a mi alrededor y me percaté de que el lugar en el que nos encontrábamos no era otro que un hospital, estaba tumbado en una camilla, y Rose sentada en una esquina de esta.
Cogí fuerzas y traté de alzarme. Rose se levantó de golpe cuando vio mis intentos de ponerme en pie y me cogió la mano, ayudándome a erguirme. Supuse que trataba evitar que volviese a desmayarme.
Dimos unos pasos cuando note que lo que llevaba puesto no era mi ropa habitual, si no un camisón hospitalario, lo cual me hizo pensar que había estado hospitalizado, llevaría allí días, quizás semanas o meses.
— Rose... Mi ropa... - dije desconcertado.
— Le diré al médico que has despertado y que estás bien, nos dejarán marchar y te devolverán tus pertenencias, espera aquí. - Me dio un pequeño beso en la mejilla y se marchó por un pasillo dando traspiés.
Como ella me había ordenado, estuve allí, esperando, mientras observaba detenidamente el lugar. Nunca me habían gustado los hospitales, me parecían un tanto tétricos. Pude notar que no estaba solo, había otras dos personas en la sala, ambos en camillas, uno era de muy temprana edad, mientras que el otro estaba en sus últimos años de vida. Por mero entretenimiento traté de averiguar por qué estarían allí, cuando Rose entro de nuevo a la sala.
— Tenemos permiso para abandonar este lugar, toma - dijo entregándome mis pocas pertenencias - Cuando me den el informe, nos vamos, cámbiate mientras tanto. Te quiero. -
"¿Qué clase de informe y para qué?" Me pregunté. Llevaba mucho sin pisar un hospital, no sabía muy bien cómo funcionaba aquello.
Cuando fui a cambiarme, comprobé que no tenía un lugar de intimidad en el que poder realizar el 'proceso', me mordí el labio como gesto de desesperación. Comencé a desvestirme tratando de no llamar la atención, no quería que nadie se girará a verme. Me sentía extremadamente incómodo, nunca había pasado por una situación parecida, en mi mente era como si alguien hubiese cogido mi intimidad para tirarla por la borda, estaba realmente avergonzado.
Primero, me puse los pantalones, y, cuando me dispuse a ponerme la camiseta, el anciano que estaba en la camilla del fondo tocó mi hombro derecho apretándolo con toda la fuerza que disponía un hombre de tan avanzada edad. Sus manos eran tan gélidas como las aguas que me envolvieron hace apenas unos días.
Me giré, sobresaltado. — ¡Oiga, ¿pero a usted que le pasa?! - grite enfurecido mientras trataba de alejarlo lo más posible de mí.
— ¡Hijo! - comenzó a gritar repetidamente mientras dirigía sus gélidas y arrugadas manos a mí rostro. Parecía que había perdido la vista, y no solo eso, si no que daba la impresión de no recordar nada.
No pasó mucho tiempo hasta que llegaron dos enfermeras a sacarlo de la sala. Suspiré tratando de tranquilizarme, y por fin pude terminar de vestirme. Era la misma ropa que llevaba el día que el Titanic se fue a pique, solo que estaba limpia, olía a lavanda, o eso me pareció, más por muy limpio de suciedad que estuviera, el dolor seguía ahí, intacto.
Me senté en la camilla deseando que a Rose no le faltará mucho. Tuve un impulso de coger mi carpeta de dibujo para recrear aquel tétrico lugar, pero recordé que se había perdido en el Titanic, junto con todos los dibujos. Nunca antes había echado un objeto tan en falta.
Intenté evadirme de la situación de otra forma, más por mucho que lo intentará, no dejaba de pensar en aquel hombre. Comencé a intentar buscar una explicación para lo ocurrido y acabé por convencerme con que simplemente tenía algún tipo de enfermedad psicótica grave, quizás Alzheimer, pero algo me decía que la cosa no acababa sencillamente ahí. El tacto... El tacto tan gélido de su piel...

Vida tras muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora