SENCILLEZ

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Rose entró a la sala, lo cual indicaba que por fin podría salir de ese maldito lugar al que llamaban 'Misericordia Hospital'. A medida que Rose se acercaba pude contemplar que su ropa no era la habitual en ella, si no que era extremadamente más sencilla y daba la impresión de ser más cómoda, y, a mi parecer más bonita; sin tanto lujo, simplemente la sencillez de unos cuantos colores oscuros combinados entre sí, algo discreto y preparado para cualquier situación.
— Vamos, Jack, salgamos de aquí. - Dijo tomando mi mano para guiarme hasta la salida.
— Justo detrás de ti - dije tras una leve risa, casi imperceptible.
Se veía a simple vista que en mi ausencia Rose se había acostumbrado a lo que era la vida 'común', ya no necesitaba a ninguna ama de casa para hacerle las tareas, se valía por si misma. Era obvio que no tardaría en aprender a guiarse por el mundo, pero aún así, mi orgullo era inmenso.

Las calles de Nueva York se veían rebosantes de vida, decenas o incluso centenas de personas caminaba por cada acera, y se podían oír los chismorreos de numerosa gente.
A no muchos pasos de nosotros vi un pequeño bar, así que, sin pensármelo dos veces, cogí a Rose de la mano con fuerza y comencé a correr llevándola conmigo sin decir ni una palabra.
— ¡Jack! Jack, ¡para!, vas a conseguir que me caiga. ¡Jack! -
Cómo os podéis imaginar, no paré, al contrario, aumente la velocidad. Entre los gritos 'desesperados' de Rose, se escondían carcajadas, ambos disfrutábamos del momento.

Corrimos calle abajo hasta a llegar al bar. A decir verdad, el ambiente no parecía muy bueno, pero nada iba a detenerme en mi propósito.
— Vamos Rose - dije abriendo la puerta del bar a modo de invitación.
¿Vamos a entrar ahí? - estaba tremendamente sorprendida, y no parecía apetecerle demasiado.
— Pusimos unos objetivos, ¿recuerdas? Pues, tras esta puerta se encuentra la llave de uno de ellos, e incluso podríamos usar esa llave para dos. Beber cerveza barata.... Y, enseñarte a mascar tabaco como un hombre... Vamos, estás conmigo, solo y tú y yo. - Dije con cierto entusiasmo, dándole énfasis a las dos misiones.
Rose sonrió, y me dio un corto pero apasionante beso antes de traspasar aquella puerta de madera con vidrieras de cristal.
El recinto desprendía un intenso olor a alcohol y tabaco, lo típico en estos lugares, más en este, se intensificaba más que en cualquiera que yo recordase. Había gran cantidad de mesas y sillas, todas pegadas y apelotonadas entre sí. La mayoría allí presente eran hombres, a penas pude distinguir a una sola mujer que no estará allí por prostitución. Pude notar que Rose estaba un poco incómoda, lo cual era comprensible, incluso para mí era un lugar desagradable, por lo que, intenté alargarlo lo menos posible.
Nos dirigimos a la barra y allí vimos a un hombre corpulento atendiendo a todos los clientes.
— Disculpe, ¡disculpe! - el camarero parecía hacer caso omiso de mis llamadas de atención.
Viendo mi fracaso, fue Rose la siguiente en intentar captar su atención. — Señor, nos gustaría tomar... - Me miró, desconcertada, pero sin preguntar o decir nada, lo soltó - cerveza barata. - El camarero nos miró a ambos con furia, pero quedó en silencio.
Comencé a reírme descontroladamente, mientras deseaba que no lo hubiese oído. Era una situación desternillante.

El camarero no tardó mucho en traer dos grandes jarras que contenían un espumoso líquido amarillento, ni el olor ni la apariencia lo hacían algo muy apetecible, pero teníamos que hacerlo.
— Vamos, rápido, sin pensarlo. - cogí la jarra y comencé a dar grandes tragos. No era lo peor que había probado, a decir verdad, pero tampoco era precisamente una buen sabor.
Cuando Rose había terminado comenzó a toser, y sus ojos se tornaron llorosos. Lo supuse desde que entramos al bar teniendo en cuenta que era una chica de primera clase tomando su primera cerveza barata. Cuando la tos termino, comenzó a reír mientras me daba en el brazo.
— Jack... Jack - decía entre risas - ¿cómo vamos a pagar?
— La verdad... No tengo ni idea. Ni siquiera nos han dicho el precio. Además, ¡No pienso pagar por esta basura! - dije alzando la voz para que todos los presentes me oyeran. Inmediatamente salí corriendo del bar junto a Rose, y corrimos calle abajo todo lo rápido que nuestras piernas nos lo permitían, intentando evitar que nos dieran una paliza. Varias veces, ambos estuvimos a punto de caer por los efectos del alcohol y las risas.
Una vez los habíamos dejado atrás, nos permitimos unos minutos completos únicamente de risas. Transcurrido ese pequeño lapsus de tiempo, acaricié con delicadeza una de las pálidas mejillas de Rose, para después, sumergirnos en un largo y apasionante beso.

Vida tras muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora