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Estaré allí, en tus recuerdos, 

Estaré allí, dormido en tu corazón, 

Estaré allí, siempre a tu lado.

Vamos a encontrarnos

al final de nuestros recuerdos.

먼저 있을게 (I'll be there)

🌼

Atuq se sentía extraño cuando despertó. Se levantó un poco tambaleante, tosiendo un poco más y alegrándose de que Samin siguiera dormido. Su noble guerrero, tan testarudo como él, no se había alejado de su lado, ni siquiera para descansar. Verlo tan agotado, pálido y con la línea de su mandíbula tan marcada le hizo darse cuenta de lo mucho que se había desconectado del presente, sobre todo de Samin.

Le dio un beso en la frente y caminó para darse una ducha en las aguas termales. Luego de ello y de vestirse, se sintió más reconfortado. Con nuevas ideas en mente para sus brebajes, Atuq observó el cielo.

Un gran cóndor volaba cerca y Atuq evitó parpadear, sumido en la majestuosidad del ave, sintiendo un inevitable respeto hacia aquel animal, ya que era considerado como el mensajero de los dioses, aquel que guiaba al Hanan Pacha (Mundo de arriba).

La confusión pronto le invadió al ver cómo el animal se acercaba hacia él, con algo goteando entre sus patas. Y grande fue su asombro cuando vio que de la tierra emergían pequeñas flores amarillas moteadas de rojo. Por donde el cóndor pasaba, más flores nacían y así fue que todo el valle se llenó de esa extraña flor.

La mirada del cóndor se cruzó con la de Atuq y, sin salir de su asombro, aquella ave le habló:

—Utiliza sabiamente esta flor, hijo de la Curación. Hakan Jarawi ha partido al Hanan Pacha por ella.

Atuq entendió entonces que había llegado la medicina. El sacrificio de Jarawi, su mejor amigo, aquel que había sido como su hermano, había salvado no solo a la persona que amaba, sino también a todo un pueblo.

El cóndor, sin esperar respuesta alguna, se elevó de nuevo, volando hasta la morada de los dioses.

El sacerdote apenas pudo pensar. Sus manos empezaron a tomar algunas flores, llevándolas a su salón. Tomó un recipiente limpio y, con cierta prisa, empezó a triturarlas, agregando agua sagrada del río, hasta conseguir un líquido espeso.

—¿Atuq?

El noble miró a Samin, con los ojos brillantes y los sentimientos encontrados.

—La cura... Tengo la cura —Atuq se le acercó y le besó con fuerza, como si el tiempo se les acabara—. Debo dárselo a Sayre ahora.

Samin observó a su compañero, intuyendo que algo más había pasado, pero no insistió, siguiéndolo. Atuq entró a la habitación donde estaban Sayre y su hermano, quien le había cambiado la vestimenta sudorosa por una limpia y seca.

—¿Qué...?

—A un lado, Sunku —le pidió Samin.

—¿Eso es...? ¿Lo logró? —balbuceó Sunku, con una expresión esperanzada—. ¡Debemos avisarle a Jarawi!

Las manos de Atuq temblaron un poco, incapaz de girarse hacia ellos.

—Ayúdenme a sentar a Sayre, por favor.

Flores musicales » ChenMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora