XIII

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«Los cabellos largos rozaban con delicadeza la piel pálida de Sunhee, mientras ella temblaba bajo aquel cuerpo frío.

—Te has vuelto más hermosa que tu madre —susurró él con la voz distorsionada.

Ojos dorados. Brillaban tanto. Daban tanto miedo.

—Despierta... —susurró en su oído, enviándole un escalofrío.»

Sunhee se sentó de golpe en la cama respirando con bastante dificultad. Estaba temblando. Aquellas sensaciones habían sido tan reales. Tan aterradoramente reales, que rompió en llanto, llena de miedo y angustia.

Quiero ir a casa —pensó aturdida, frotando con violencia sus brazos, friolenta.

Miró su reloj. Eran las seis de la mañana. No tenía tiempo para dormir más, aunque tampoco deseaba hacerlo.

Habían pasado tres días desde que había recibido aquel cofrecito de madera que sólo despertaba el pánico en ella. San la había acompañado a su trabajo todos los días, quedándose en el local hasta que fuera la hora de regresar. Finalmente, ya en el departamento, San le deseaba buenas noches y luego volvía a su casa.

Aquel día, no sería diferente, esperaba ella. Pues tenía una sensación de peligro en su cuerpo que tan sólo la hizo querer quedarse en casa todo el día. Era una lástima que no pudiera hacerlo.

Tambaleándose un poco, se levantó de la cama y caminó arrastrando los pies hasta el baño. Se duchó con agua tibia, tratando de que ésta borrara las preocupaciones de su cuerpo y se las llevara lejos.

Aunque no funcionó.

El tiempo pasó lento, hasta que llegó la hora de irse. Aquella mañana no había desayunado, su usual apetito había desaparecido y tan sólo quería salir corriendo. Buscaría refugio en su ahora mejor amigo, quien había sido más diligente que de costumbre los últimos días. El cielo estaba nublado. Pero Sunhee sabía que aquel día muy probablemente no llovería. Pronto estarían en septiembre y vendría por fin el tan esperado otoño. Llevaban una eternidad en aquel verano húmedo y desagradable. Las lluvias tan sólo lo hacían más insoportable. Aunque el clima era bastante nublado, Seúl era en su mayoría caluroso para aquella época del año. Había días un poco más frescos, de vez en vez. Pero Sunhee sólo deseaba que las lluvias cesaran y ella simplemente pudiera salir de casa sin preocuparse por haber olvidado su paraguas.

Subió a su auto, poniéndose en marcha casi de inmediato. Cuando estuvo en el campus, vio desde su auto a San y el resto de los chicos en la entrada. Los ojos del pelirrojo se iluminaron cuando divisó el coche de la castaña. Seonghwa dijo algo, mirando cortamente a todos los muchachos. San tensó la mandíbula, y asintió. Sunhee pudo ver el familiar ceño fruncido de Mingi. No obstante, aquel día se veía... Grave.

—Buenos días —saludó ella con cordialidad. Recibió un «Buenos días» en coro y sonrió.

—¿Estarás ocupada esta tarde? —preguntó San tomando tiernamente las manos de la muchacha.

—Debo ir al trabajo —dijo apenada—. ¿Por qué?

—Queríamos visitarte —respondió Yunho con una sonrisa de lado—. Últimamente has dejado que San te visite cada día. Nos has puesto celosos.

—Eso es porque ella obviamente me prefiere a mí antes que a ustedes —se apresuró a decir el chico que aún sostenía sus manos—. ¿No es así, Sunhee?

Ella lo miró alarmada. ¿Qué les ocurría aquel día? Actuando simplemente como niños de preparatoria.

—Ya déjenla en paz —los regañó Seonghwa—. Es una lástima que estés ocupada. Verdaderamente queríamos visitarte —Sunhee percibió un tono amargo en la voz gruesa del rubio.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora