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Se adentraron en el bosque. Sunhee agradeció irse bien abrigada aquel día. Comenzaron a caminar. Habían pasado alrededor de diez minutos y aún seguían caminando, los árboles no habían desaparecido aún, y el silencio de Jooheon, tampoco.

—¿Estás cansada? —se detuvo a observarla. A Sunhee no le hizo falta decir nada. Jooheon sonrió cuando vio su rostro agotado—. Creo que estoy caminando demasiado rápido para ti. Lo siento...

—No te preocupes —sonrió—. Puedo hacerlo.

—Sube a mi espalda —ella lo miró asombrada—. Vamos, quiero llevarte —insegura, Sunhee asintió despacio. Jooheon se agachó para que ella pudiera subirse. Rodeó con cuidado el cuello del vampiro y él tomó sus piernas, poniéndolas a los lados de su cintura—. Caminemos así ahora —por su tono de voz, Sunhee pudo deducir que Jooheon estaba sonriendo.

—Está bien —respondió ella, abrazándose a él.

Caminaron más de veinte minutos. Hasta que finalmente llegaron a una zona que sorprendentemente no tenía más que dos árboles. Era alto, muy alto. Y tan sólo quince metros más adelante, había lo que parecía ser un acantilado bastante peligroso. No obstante, Jooheon se detuvo lo suficientemente lejos como para que Sunhee no sufriera un ataque de vértigo.

El día hacerse noche.

El cielo estaba pintado de matices violáceos y rosáceos, algo rojizo también. Era una vista magnífica. Y, aún con el sol escondiéndose, la luna comenzaba a hacerse notar.

—¿Qué te parece? —ambos se sentaron en el suelo, recostándose de un árbol.

—Maravilloso —susurró ella mirando el paisaje—. Esto es... Diferente.

—Debe ser aburrido estar todo el tiempo encerrada en esa cueva de vampiros.

—No realmente —respondió sin observarle aún—. Soy muy feliz allí.

—¿Es así? —Jooheon la vio asentir detenidamente—. Me alegro —él también se dispuso a ver el paisaje.

Jooheon tomó la mano de Sunhee, acariciando ésta con suavidad. Ella, por su parte, apoyó su cabeza en el hombro ajeno.

Era una sensación increíblemente maravillosa. Aquello pasó por la mente de ambos, de manera simultánea.

—Jooheon.

—¿Dime?

—¿Cuál es nuestra relación? —se sintió tan avergonzada al preguntar aquello. Jooheon tomó su mano con más firmeza.

—¿Qué quieres que sea, Sunhee? —cuestionó de vuelta.

—Estoy tan confundida —susurró—. Estoy tan asustada.

—¿De mí? —ella negó.

—De mí misma.

—¿Por qué?

—Porque te amo —su voz se tornó quebradiza—. Y temo que sólo yo me sienta así.

—Supongo que debería aclarar esto —comenzó—. Te amo, Sunhee —susurró él—. Si tan sólo pudieras entender mis sentimientos por ti, no estarías en este estado.

Un par de lágrimas se le escaparon de los ojos a la castaña.

—Me hace feliz —susurró.

—Mírame —ella obedeció—. Realmente quiero que me creas cuando te digo que te amo y estoy perdidamente enamorado de ti. Aunque no pueda saber exactamente qué es lo que pasa por tu mente, sé muy bien qué es lo que te ha hecho cuestionarte todo esto. Y sí, te amo. Te amo tanto que me abruma. Me aterra que algo pueda llegar a sucederte. Me aterra que sea yo quien te haga daño. Me aterra perderte.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora