XXI

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Sunhee salió más temprano aquel día. Sin embargo, no le comentó nada a Jooheon. Por el contrario, quiso dar un paseo solitario, de esos que hace tiempo no daba. No sólo porque ya no vivía sola. Sino porque hace mucho tiempo, que ni siquiera tenía tiempo para dar paseos. La universidad y el trabajo habían suprimido toda probabilidad de que ella tuviera una mínima cantidad de tiempo para dedicarse a sí misma.

Así que aquel día fue el indicado. Hacía buen tiempo, y como no era una hora pico, no había demasiada gente en la calle.

Lo único que no estaba bien, era su estado de ánimo. Después de hablar con San, dejó de sentirse bien emocionalmente. Y por el contrario, se sentía triste. Pues aunque San le dijo que podrían verse cada vez que ella quisiera, sentía que no iba ser tan fácil como él había dicho. Y quién sabe cuándo volvería a pasar tiempo con sus peculiares amigos a los que inevitablemente les había tomado bastante afecto.

Sacudió ligeramente la cabeza, deshaciéndose de cualquier pensamiento referente. Trató de concentrarse en su tiempo propio. Y se dio la tarea de comprar algunas cosas que necesitaba con carácter de urgencia.

Cuando se acercaba su habitual hora de salida, la última parada de regreso fue una cafetería. Llevaba días queriendo comprarse un café. Cosa que solía hacer de vez en cuando entre tiempos del trabajo. El olor a café tostado inhundó sus fosas nasales, cansuándole una agradable y cálida sensación que sin saber cómo terminó extrañando sin haberlo notado. El ambiente fuera de la casa era... Diferente... Vivo.

Y aunque se había acostumbrdo fácilmente al entorno vampírico y monótono. Aquella casa le quedaba bastante grande y solitaria, teniendo en cuenta que los chicos pasaban mucho tiempo fuera, probablemente cazando. O si estaban en casa, lo más probable era que estuvieran en sus habitaciones. Fueron los últimos días los que habían marcado la diferencia. Por primera vez desde que había empezado a vivir ahí, habían cenado juntos la noche anterior. Y el ambiente se sintió tan cálido, tan familiar; que por un momento, Sunhee olvidó que en aquel comedor, ella era el único ser humano.

No obstante, caminar por Seúl por primera vez en bastante tiempo, se sintió refrescante. Y hasta cierto punto, llegó a olvidar el sentimiento de tristeza que le había quedado luego de que San se fuera.

Había dos personas atendiendo en el mostrador. Aquello debido a la abrumadora clientela que atestaba el sitio. Sunhee miró su celular hasta que fue su turno. Aún le quedaba tiempo de sobra. No había nada de qué preocuparse. Después de todo, Sunhee era un adulto. En la barra, pidió lo que acostumbraba:

—Un americano, por favor —se sobresaltó al oír exactamente las mismas palabras salir de la boca del chico junto a ella, de manera simultánea. Él también la miró perplejo, y luego le regaló una bonita sonrisa, riéndose un poco.

—¿Frío o caliente? —cuestionaron ambas trabajadoras a la vez.

—Caliente —dijo ella.

—Frío —respondió él.

Los cabellos rubios, casi blancos del muchacho estaban algo alborotados. Y su aspecto informal, le hizo interpretar a Sunhee que él probablemente tendría más o menos su edad.

—Buen gusto —le dijo él, cuando ambos habían recibido sus órdenes casi al mismo tiempo. Sunhee le regaló una sonrisa amable. Ambos salieron del establecimiento, y cuando la puerta se cerró detrás de ellos, a Sunhee se le cayó el monedero. La castaña maldijo por lo bajo, agachándose en seguida.

Él también lo hizo.

Estaba dispuesto a ayudarla. Así que también se puso en cuclillas.

Y sus manos se rozaron.

Red, Like the Blood «Lee Jooheon»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora