Monos, pájaros carpinteros y azucenas

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El CSS Birmingham era un buque muy pegado al mar, casi pareciendo un submarino. Los tripulantes zombies del buque le daban algo de miedo, debía de admitirlo. Aunque muy leales. Además, no podía quitarse de la cabeza las palabras de Ares. No entendía como podía llevar el caos al Olimpo siendo reclamada por su padre. Ares podía haberle dicho quién era, al menos. No es que si supiera quién era le llevaría a la locura, ¿verdad?

Cuando entraron al CSS Birmingham se derrumbó en la cubierta. Clarisse y uno de los zombies le sostuvieron, la pierna le falló y a pesar de la ambrosía se sintió repentinamente cansada. Un pensamiento turbio le vino a la cabeza, tal vez si no hubiera tomado ambrosía estaría ahora muerta.

La dejaron en uno de los camarotes, mientras oía instrucciones en cubierta y en menos que pueda decir "cuatro tristes tigre comen trigo en un trigal" el buque salió del puerto. Notó el movimiento en su posición fetal en la cama. Con el juicio todavía nublado pensando en su padre divino.

Clarisse era una gran capitana oía sin titubear como mandaba a los zombies. Y ellos parecían admirarla.

Le dio rabia, mucha rabia. Aunque se la tragó como pudo. Su padre divino parecía reírse de ella voy a enviar al padre dios de tu amiga y que me mencione pero que no te mencione quién soy, ¿a que soy el padre del año?

No. No lo eres. Paró de imaginarse conversaciones y cerró los ojos para descansar.

En su sueño el mausoleo le recordaba al material de su espada. Había una terraza con fuentes y que daba a un patio lleno de azucenas, pájaros carpinteros y susurros dulces que recordaban a una vieja melodía.

Se asomó a la terraza para observar mejor aquel patio.

—"Puedes sentarte."

Había escuchado esa voz antes. En su primer día en el campamento. El chico translúcido ya no lo era, le miraba entre curiosidad y picardía. Una mezcla explosiva que le recordó a los hijos de Hermes, pero de un modo más inteligente y más profundo, como si aquel chico no sólo planeara una broma, sino una táctica de bromas que te dejarían casi sin cordura y además que llegara a ser culpa tuya. Querría decir que no le gustaba nada, pero le recordaba un poco a la suya propia.

—"Me sentaré..."

Un banco de piedra en la terraza apareció para que pudieran sentarse y en medio una mesa de acero, las típicas que encontrarías en los jardines de tus vecinos.

—"¿Qué te apetece tomar?"

El chico tenía los ojos azules oscuros, el pelo castaño y de altura intermedia. Llevaba una túnica griega blanca, con las sandalias incluidas. Y en su frente una celpa de oro. Y unas ojeras muy notables.

—"Pero,¿quién eres?"

—"Eso viene ahora, que por fin podemos hablar. Primero, ¿que te apetece tomar?"

—"...Limonada."

—"Bien, yo quiero sidra de manzana. Ya me has oído Mrs. Sullyvan."

De la nada apareció un mono con traje de camarero, con un lápiz encima de su oreja, en una de sus manos una coctelera y en su hombro un paño. Mack le encantó la idea del monordomo.

El mono se subió a la mesa con un pequeño salto, removió la coctelera y sirvió al joven de las ojeras. Salió un líquido amarillo casi dorado. Cerró la coctelera, volvió a remover y al servir a Mackenzie el líquido era amarillo y con hielos incluidos. Hizo un chillido de mono y se retiró.

—"Bien, ¿por donde íbamos? —tomó la sidra y de un trago se tomó medio vaso— ¡Ah, sí! ¡Presentaciones, presentaciones!

Mackenzie veía que el joven tenía TDAH como ella, como mínimo.

Mackenzie Ayers y el mar de los monstruosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora