A los primeros rayos del sol se despertó. Tenía un hueco con su saco de dormir en la cabaña de Hermes asignado pero como saldría temprano le dejaron un sitio cerca de la puerta de la cabaña. Oía los ronquidos de sus compañeros, la mayoría eran no reclamados como ella.
De forma silenciosa revisó la mochila para la búsqueda. Ámbrosía,vendajes, agua, dracmas, caramelos de limón (realmente importantes), sandwiches de mermelada y mantequilla de cacahuete. Oh, ropa y para varios días. Claro.
Salió de la cabaña echando un vistazo a los rostros dormidos de los semidioses antes de cerrar la puerta.
Con pasos apresurados a la vez que tambaleantes por la idea de marcharse del campamento llegó hasta la Casa Grande. Clarisse ya estaba en la puerta, esperándole. Parecía que no había pegado ojo, ojeras adornaban su intento de cara neutral, el picazón de nerviosismo que sentía de ella era similar al suyo propio.
-"Hey" Fingió buen humor para no desmotivar a Clarisse.
-"La próxima vez no me hagas esperar." Clarisse estaba de mal humor.
Mackenzie le guiñó el ojo aunque le dolió el trato, creía que la hija de Ares era mejor cuando ella estaba en escena. Parece ser que no. Mejor no presionarle.
Tántalo apareció en la puerta con un pijama de hamburguesas con alas de ángel volando por el cielo. Mac intentó no reírse. Lo intentó.
-"Vaya, ya estáis aquí. Que rápido quieren ir a morir los niños hoy en día. Clarisse, ve a ver al Oráculo." Tántalo señaló escaleras arriba con una renovada alegría.
Clarisse sin ni siquiera echarle una mirada a Mackenzie subió las escaleras hasta desparecer de la vista de ambos.
Ella y Tántalo se quedaron estáticos sin mediar palabra. Nunca vivió un momento tan incómodo, incluso superó la vez que fue de vacaciones con su familia a Texas, donde Mackenzie se vistió de vaquera: botas lustradas, vaqueros tejanos, chaqueta con borlas...Nadie, ni una persona iba con algún tipo de atuendo como tal. Se le quedaban mirando todo el rato, estaban ofendidos.
Echó un vistazo a las cabañas, la mayoría de los semidioses seguían durmiendo, salvo dos o tres que estaban saliendo, se fijó que uno de ellos era de Atenea.
Escuchó los tablones de madera crujir bajo los pasos de Clarisse. La semidiosa tenía la mirada sombría.
-"¿Ya está? -farfulló Tántalo-. Hasta otra criatu-...ejem, semidiosas."
Se ajustó una manga de su pijama como si intentara atrapar una de las hamburguesas y con un gesto de indiferencia cerró la puerta, dejando a las semidiosas en el umbral. Ni siquiera preguntó sobre la profecía.
-"Maldito rarito,¿eh?" atajó Mackenzie con un codazo amistoso.
Clarisse no exclamó nada. Sin embargo echó a andar, obligando a Mack a seguirle. Ninguna dijo nada hasta que llegaron a la cancha de voley.
-"¿Y bien? -apresuró Mack-. ¿Qué te ha dicho?"
-"¡A eso iba! -espetó Clarisse-.¡Eres muy impaciente!"
Tiene razón en lo que es impaciente. Frunció el ceño por las formas de la hija de Ares.
-"Navegarás en el buque de hierro con guerreros de hueso, acabarás hallando lo que buscas y lo harás tuyo. -su voz tembló-. Pero habrás de temer por tu vida sepultada entre rocas. Y sin amigos no podrás volar sola a casa."
El silencio inundó la cancha. Era una profecía dura. También era la primera que oía.
-"¿Somos amigas, verdad Mackenzie?"
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Mackenzie Ayers y el mar de los monstruos
AvontuurMackenzie o "Mack" es una chica de 13 años de Oregon. Con su familia se ha mudado a Nueva York y va a primero de secundaria. Todo se desmorona cuando unos monstruos de la mitología griega le persiguen, una semidiosa llamada Katie Gardner, compañera...