CAPÍTULO 10

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La alarma suena malditamente temprano. Recordándome mis tiempos de estudiante de secundaria, la diferencia con la universidad es que no tenía que despertar a primera hora porque pasada recto haciendo trabajos, no dormía. Doy algunas vueltas en la cama antes de por fin levantarme e ir hacia el baño. Luego de una ducha y hacer mis hábitos de aseo personal bajo con una bata cubriendo mi cuerpo para ir a tomar el desayuno. Encuentro a papá cantando alegremente. Lo saludo tomando asiento en uno de los taburetes, papá deja un plato con ricas tostadas y café en frente de mí. Conversando con él termino rápido y sin darme cuenta.

— Tengo que subir a prepararme, tengo trabajo. Te veo luego.

— Esta bien mi niña, cuídese vea cuantas personas desaparecidas.

Un nudo se instala en mi garganta y por poco temo ahogarme, asiento siguiendo mi camino hacia la habitación. Suelto la respiración cerrando la puerta tras de mí, apoyándome en ella; me siento tan mal mintiéndole, pero es lo mejor para él, para todos, papá no será como yo tomándome noticias sobre conocer criminales. Un mensaje de Adalyn informándome su pronta llegada hace que comience a moverme.

Me pongo mi uniforme, uno que consiguieron para mí el cual consiste en una falda corta azul marino y una remera manga larga de botones color blanco, pantimedias negras, la chaqueta no me gusta por lo que tomo una de las mías, por último, mis converse blancas junto a varios brazaletes y collares. Maquillo mi rostro para acoplarlo a los pupilentes verdes que tengo que utilizar. Tomo mi bolso, mientras lo acomodo en mi espalda bajo las escaleras, rápidamente agradeciendo que papá este aun en la cocina para así darme la oportunidad de salir sin ser vista.

Un deportivo rojo convertible se estaciona enfrente, con música sonando a todo volumen; corro a subir junto a Adalyn en la parte de atrás. Lillian pisa el acelerador, el viento mueve mi cabello así que para cuando llegamos en un conjunto de ondas desordenadas. Las miradas de todo McGastón caen en nosotras, las chicas nuevas. Paseo mi mirada por las chicas que ahora son mis hermanas. Joss en un papel de chica nerd con sus lentes grandes, Adalyn lleva el cabello negro, y Lillian en su rostro plástico piercing

— ¿No se supone que nuestros padres deberían haber venido con nosotras?

— Así es, ellos ya están con el rector — asiento iniciando a caminar.

Llegamos a la extensa acera que lleva a la entrada del edificio, escuchando a chicos gritarnos cosas no aptas para la categoría de una secundaria del nivel de McGastón. Joss se despide para iniciar con lo suyo, pronto llegamos a la oficina de rector, lo encontramos con facilidad ya que en el folder venia un mapa de toda la institución que claramente debíamos estudiar; al entrar una mujer nos recibe con una sonrisa amable.

— Ustedes deben de ser las hermanas Connelly, ¿no son cuatro?

— La que falta está en los baños — asiente dudosa, claro no todos los días recibes alumnas como nosotras.

La seguimos hasta la puerta del fondo, da unos toquecitos antes de dejarnos pasar a la habitación, encontramos a dos personas sentadas frente del escritorio quienes resultan ser Diego y Angie nuestros tutores; la otra persona mira a través del ventanal. Acomodo mi cabello, las primeras impresiones lo son todo.

— Sera un placer tenerlas lo que resta del año electivo — voltea dejando a la vista sus ojos gema que pasa por cada una — Espero no tener ningún problema — acomoda su corbata en lo que se abren las puertas dejando pasar a Joss y un chico rubio con lentes

— Me han dicho que me buscaba señor, pero si está ocupado puedo esperar, de paso traje a London Connelly conmigo

— No es necesario pasa, hermanas Connelly él es Christian VanLeevenboek nuestro mejor estudiante, su compañero que les mostrara el instituto, sus taquillas y dará sus horarios — dicho esto se despide formalmente de todos, salen tras Christian no sé qué cosa, su apellido es demasiado complicado, vuelve a verme de manera seria — Señorita Connelly...

Juegos Prohibidos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora