6

492 44 33
                                    

Llegué a casa con la sonrisa amenazando con dividirme la cara en dos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Llegué a casa con la sonrisa amenazando con dividirme la cara en dos. Tomé mi pequeña maleta y guardé lo necesario. Ya estábamos a finales de agosto y el frio comenzaba a aumentar. Guardé mis cosas y organicé mi bolso personal. Me duché con calma y me tomé mi tiempo para vestirme, necesitaba abrigarme y verme bien, quería verme bien.

Para él.

Para mí.

Me coloqué unos vaqueros ajustados, una blusa mangas largas azul y me calcé una botas hasta las rodillas de tacón grueso, me pinte los ojos con sombra marrón al igual que mis labios y solté mi cabello, el día anterior había decidido cortarlo, nada exagerado pero si estaba mucho más corto que antes.

Tomé mi teléfono cuando anuncio un mensaje y mi cartera. Matt me avisaba que estaba fuera del edificio, así que tomé mis cosas y salí de mi dormitorio, no sin antes pasarle seguro y tomar las llaves.

—Aún es temprano —volteé los ojos cuando vi a Fred entrar.

—Eso es algo que ya no te incumbe — solté con simpleza.

—Eres mi esposa, claro que me incumbe.

—Vaya, tres años después recuerdas que estas casado y que tu esposa existe.

—Deja las ironías — soltó con molestia — quería que saliéramos a cenar y hablar.

—Lastima, estoy muy cansada y mañana tengo mucho trabajo — lo vi soltar un suspiro — cuando es a ti a quien le dicen esas palabras molesta ¿verdad?

—Alexa, estoy intentando arreglar esto.

—Recuerda cuantas veces lo intente yo y entenderás todo.

Salí sin más y caminé hasta la entrada de del conjunto. 

Vi a Matt fuera del auto en el estacionamiento y sonreí acercándome a él.

—Te ves hermosa —su acento italiano me desarmó. Sonreí dándole un beso en la mejilla.

—Gracias. Aún no me acostumbro al frio de las ciudades americanas — suspiré.

—Bueno, el tiempo que viví en Londres me ayudo a adaptarme al frio atroz.

—Siempre quise ir a Londres.

—Lo sé, por eso fui ahí —me sonrió con tristeza mientras me abría la puerta del auto.

—Ares está dormido — dije mirando al asiento de atrás.

—Si, suele dormir cuando viajamos, por alguna extraña razón detesta viajar — sonreí con ternura.

—Si, me recuerda a ti formando berrinches cuando viajábamos con nuestros padres.

—Bueno, era la época en la que les agradaba - me reí bajito.

—Siempre les agradaste.

—Eso es agua pasada — dijo encogiéndose de hombros.

Los Secretos De La Familia D'angeloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora