Capítulo 3

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Tan pronto habían subido al coche Sophia había caído en los brazos de Morfeo y ahora una vez en el garaje de su edificio batalla para adivinar entre si mejor la despertaba o la cargaba dormida para subir.

— Bien Scott has hecho antes esto con Heather no hay nada que temer — se alentó en voz alta.

Ya tenía las dos maletas afuera solo faltaba el pequeño bolso de ruedas y el maletín que su hija había decidido llevar consigo. No debería ser tan difícil llegar invicto a su apartamento con todas esas cosas en un solo viaje, más peso cargaba en el gimnasio así que tenía sería pan comido.

Se preparó mentalmente varias veces para sacarla del carro pero estaba nervioso, nunca lo había estado ni siquiera cuando cargó a Heather por primera vez recién nacida.

— Aquí vamos cariño — susurró con delicadeza una vez la tuvo en sus brazos. Sophia se aferró a su cuello y apoyó la cabeza en su hombro enterrando su pequeña nariz en su cuello.

Se sentía tan raro tenerla con él... la vida le había cambiado los planes sin avisarle y para siempre.

Suspiró una vez estuvo en su apartamento, las cuatro paredes que desde hoy serían un hogar, no se sentiría vacío y silencioso sino que por el contrario se llenaría de risas y alegría, algo que en el fondo deseaba con todas sus fuerzas. Dejó las cosas en la mitad de la sala, con cuidado le retiro la mochila que llevaba en la espalda y en rápidas zancadas estuvo frente a la puerta de su habitación.
La colocó sobre la cama y retiró sus sandalias dejándolas a un lado en el piso, la arropó con cuidado y colocó una almohada a su lado por seguridad. Hasta ahora parecía estar haciéndolo bien y es que haber estado rodeado todos esos años de los pequeños Campbell habían sido suficiente entrenamiento como para empezar su tarea de padre decentemente.

Apenas eran las seis de la tarde y seguramente cuando despertara tendría hambre. Recordó que le había dicho que Denise había escrito un diario para él así que cruzaba los dedos para que ahí se encontrara algún plato que pudiera prepararle. El pequeño bolso de unicornio lo llamaba así que sentado en el sillón decidió abrirlo encontrándose nuevamente con él acta y como le había dicho la amiga de Denise los papeles de Sophia. Los puso a un lado sabiendo que al día siguiente tendría que ponerse a redactar una petición de custodia y tener todos los asuntos legales en regla.

— Bien Denise ilumíname — dijo esperando que en algún lugar lo escuchara.

Tomó el diario de cuero y lo abrió, estaba dividido en diferentes secciones que iban desde las cosas que amaba su hija hasta los asuntos médicos, alergias, asuntos educativos, hobbies... tendría que aprenderlo todo de memoria, no pensaba dejar que ese trabajo le quedara grande.

— Bien un bocadillo de jamón con queso y leche servirá para esta noche — suspiró aliviado de leer que su hija no tuviera un paladar tan exigente sino que por el contrario comía casi todo lo que le pusieran en frente — en eso se parece a mi, comida es comida.

Decidió ponerse cómodo así que un pantalón deportivo con una camisa sencilla bastó para volver a tirarse al sillón y leer concentrado las palabras de su rubia favorita. Llegó justo a una pagina de la que cayó una foto, la tomó entre sus dedos dándose cuenta que eran ellos, Denise y él años atrás sonrientes, enamorados y disfrutando de la vida.

Ponla en donde ella la vea, siempre le ha gustado tenerla cerca.

Eso decía la nota que seguía en la hoja que le tocaba leer. Tenía tanto por hacer y no sabía por dónde empezar, era estresante verdaderamente lo era pero no podía defraudarlas, no cuando lo único que le quedaba a Sophia era él.

Ya había pasado casi una hora, se acercó a la habitación a asegurarse que seguía dormida y salió a la terraza. La brisa veraniega golpeó su cara, se cruzó de brazos y solo en aquel momento de permitió llorar, sacar todo el cúmulo de emociones que había recibido hoy. Lloró por haber perdido a Denise, por no haber estado seis años en la vida de Sophia y por haber sido tan idiota de no correr a buscarla cuando ella decidió no regresar. Quizás las cosas habrían sido diferentes, pero ya no podía hacer nada para arreglarlo.
Todos esos años de libertad, de estar rodeado de mujeres, sexo y buena vida le demostraron lo vacío que estaba. Se puso a pensar en qué momentos era feliz, la respuesta fue : cuando estaba rodeado de su familia y amigos... Andrew y su familia eran eso y mucho más.

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