Capítulo 2

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Había vuelto a la oficina por la tarde aunque su intención era tenerla libre para disfrutar de su viernes desde temprano pero Helena lo había llamado asegurándole que había cosas importantes que debía firmar si o si ese mismo día y antes de que dieran las cinco para llevarlo a los juzgados.

Bajó de su preciado y hermoso coche, uno que se había dado el lujo de comprar para su cumpleaños y que llevaba meses queriendo. Marcó el número diez en el elevador, revisó el celular y se impacientó al ver que ese aparato no subía todo lo rápido que él quería.

— Ya estoy aquí — le avisó a Helena pasando de largo por su escritorio — dame los papeles.

— Son estos — se apresuró a decir tendiéndoselos — tienes una cita esperándote por cierto.

¡Mierda!

A la mierda se estaban yendo sus planes de viernes.

Se sentó frente a su escritorio y frustrado soltó un gran suspiro. ¿Por qué tenia aquella sensación? Esa que te oprime el pecho y te revuelve el estómago haciéndote saber qué hay algo que no está bien.

— Hola — alzó la mirada buscando de donde había salido aquella pequeña voz.

— Hola pequeña ¿Te perdiste ? — preguntó sin poder quitar la mirada de la castaña de ojos azules que tenía un bonito vestido floral y un delgado suéter de lana gris..

— No, vine con mi papá — respondió regalándole una tímida sonrisa.

— Pues debe de estar buscándote entonces, ¿Cómo te llamas? — colocó una mano sobre su mejilla acomodándose sobre su escritorio viéndola avanzar hasta quedar frente de él.

— Soy Sophia — replicó estirando su mano.

— Mucho gusto Sophia yo soy Scott — se presentó completamente embobado con esa mirada tan angelical.

— Lo se — un momento... ¿cómo es que esa niña sabía su nombre?

Genio, tu nombre está en la puerta y por todo el edificio. Se dio un golpe mental a él mismo y consiguió enfocarse otra vez en ella.

— Seguro porque lo viste en la puerta ¿verdad? — ella negó con vehemencia.

— No, lo se porque tú eres mi papá, Scott — aquellas palabras se repitieron en su mente una y otra vez.

Debía de estar delirando o con exceso de cafeína en su cuerpo porque aquello que acababa de escuchar simplemente no podía ser real.

— Yo no puedo ser tu papá, yo no tengo hijos Sophia — tartamudeó — seguro te equivocaste pequeña.

— Pues mi mamá siempre me dijo que te llamabas Scott Aldridge y además eso pone mi acta de nacimiento — la castaña se encogió de hombros y de su espalda se quitó un pequeño bolso del que sacó un sobre — mi mamá se llama Denise Kana y dijo que ustedes fueron novios hace años.

Denise... Denise... Denise, no podía ser precisamente esa Denise...

— ¿Cuántos años tienes Sophia? — cuestionó tratando de recordarla.

— Seis, en agosto cumplo siete ¿Por qué? — se sentó en el sillón frente a él y le entregó él sobre que tenía desde hace unos segundos en las manos.

Mentiría si dijera que la cabeza no estaba a punto de estallarle y que temblaba mientras abría aquel sobre.

Y fue entonces que leyendo aquel acta que supo lo que realmente era el miedo. Frente a él estaba una niña de seis años que decía ser su hija y si la miraba bien era tan físicamente parecida a él que si quisiera negarlo sería un completo desgraciado.

Eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora