Durante mi periodo de escuela, había estado en la dirección un par de veces después de una pelea. Al inicio intentaba defenderme, así que era común que llegara hasta los golpes cada que alguien intentaba humillarme. Después de un tiempo descubrí que, a diferencia de lo que tanto repiten los motivadores, defenderme no hizo que me respetaran más. En realidad, las burlas solo aumentaron.
Estar en el cuarto más temido por los estudiantes en la situación en la que me encontraba, me trajo recuerdos. No eran recuerdos agradables, pero me acercó a esa emoción furiosa que antes había estado encendida en mí y que había olvidado.
Loris estaba a mi derecha, tenía un raspón en el brazo porque en medio de la pelea había terminado en el suelo, pero su rostro y gran parte de su piel visible estaban intactos. César, por otro lado, tenía una mejilla hinchada y un labio roto. Nada que no fuese a estar mejor con un poco de hielo.
Hielo que no serviría para sanar su orgullo.
―¿Cómo es posible que dos de nuestros estudiantes estuvieran peleándose de esa forma, como si se educaran en una cárcel? ―regañaba el director. Había empezado hacía un buen rato.
―El sistema de la mayoría de los colegios está basado en la lógica carcelaria, lo dice Foucault.
Quizá no era la mejor situación para hacerlo ver, pero quería decirlo. Me arrepentí cuando observé el rostro del hombre de unos cincuenta años frunciéndose y formando muchos pliegues en su frente.
César resopló hastiado. Loris, en cambio, mantuvo una posición arrepentida, con la cabeza baja y asintiendo cada que el director decía algo. No es que se viese burlón, pero luego de varios minutos tampoco me pareció sincero.
―Las agresiones no son buenas, muchachos, ¿si hacen eso ahora cómo van a comportarse cuando sean adultos?
―La violencia no es la solución ―dijo Loris.
―Si tienen un problema, las cosas se pueden remediar hablando ―dijo el director.
―Tenemos que aprender a convivir ―dijo Loris.
―... y si sienten que los están violentando, pueden acudir a los profesores ―dijo el director.
―Tenemos que confiar en nuestros mayores ―dijo Loris.
―... que... muchachos como ustedes se golpeen, no solo habla de ustedes sino de sus familias... ―dijo el director.
―... la educación empieza en cas...
―¡¿Quieres callarte?! ¡Deja de interrumpirme cuando hablo!
Loris soltó un sonidillo lastimero y se disculpó. Casi lo imaginé con las orejas caídas de un animalillo regañado.
―¡Esto es una estupidez! Para empezar, este tipo ni siquiera es estudiante de este colegio ―explotó César.
―¿Qué?
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| Completa | Vecino de número
Teen FictionElla le escribió un mensaje a su vecino de número por curiosidad. Él comenzó a interesarse cada vez más en sus palabras... el único problema es que ella es un monstruo. _________ Historia registrada. Vector utilizado para la portada creado por roser...