No te dejaré ir

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Jungkook se encontraba sentado en un viejo tronco junto al pozo del pueblo. Su cerebro una vez más ideando alguna forma de llegar junto a su pareja sin perder la cabeza en el intento. Lo había intentado, de veras que sí, pero no había forma alguna de que pudiera colarse en el territorio de los Iota. Su llamativo olor y sus orbes brillante para nada humanos, le delataban en cuestión de segundos. Ya habían sido más de nueve veces que casi le habían hecho tiritas en aquellos seis meses tratando de hallar a Seokjin, debía agradecerle a su oscuro felino por salvarle el pellejo en cada ocasión.

El azabache suspiró con tristeza y miró la marca de su mano, las nítidas runas que una vez hubo ahora reducidas a algo casi invisible, sin dejar rastros de su presencia allí. Jungkook dejó escapar un gruñido de dolor y frustración contenidos y llevó las manos hasta sus cabellos tirando con fuerza. Se estaba quedando sin tiempo, rayos. Y por mucho que trataba no podía encontrar una solución.

Cada vez que miraba la marca en su dorso, día a día más borrosa que antes, la opresión en su pecho era tanta que se sentía ahogar. Esa marca representaba la vida de Seokjin, y cuando esta se hubiera ido, también lo haría Seokjin y todos los recuerdos que el azabache guardaba junto a él. Porque sí, las marcas de compromiso entregadas por la tierra tenían como fin cuidar también de sus portadores, pero de la forma más cruel. Antes, mucho antes, cuando existían aún las razas originarias y los lazos de la luna, si alguien moría, su pareja perecería poco después por el inmenso dolor de la pérdida, eso los condujo a su extinción durante las luchas territoriales. La mejor de las decisiones fue desligarse de la luna. Gracias a las marcas de compromiso los Gamma tenían la libertad de escoger a quien sería su pareja para toda la vida, solo revelándose estas cuando ambas partes compartían los mismos sentimientos, un sello de amor mutuo e incondicional. Sin embargo, la muerte del ser amado rompía todas las promesas forjadas alguna vez, todo rastro de amor se diluía y todos los recuerdos se perdían en el pasado. Es cierto, aquel que seguía con vida no habría de sufrir, pero, ¿no era eso más horrible? Jungkook prefería la agonía del recuerdo a la salvación del olvido.

El azabache se levantó furioso. Furioso por toda la situación, furioso consigo mismo y sus pensamientos de mal augurio, furioso con el mundo mismo. Necesitaba moverse, correr, hacer algo, pero ya. No soportaba seguir un segundo más sin actuar, sumiéndose en su miseria.

Con movimientos ágiles y sin tropiezo, los pies del pelinegro comenzaron a andar hacia la entrada del pueblo y un poco más allá, internándose en el verdor del bosque que siempre le recibía con los brazos abiertos.

Hubieron transcurrido a lo sumo unos tres minutos en los que Jeon se movió atravesando la tupida espesura cuando un característico aroma conocido arribó a las fosas nasales del joven Gamma. Jungkook tuvo que detenerse para procesarlo unos segundos. No, no estaba equivocado, enserio era él. Era Jin. Su precioso Seokjin.

La bestia dentro de su pecho ronroneó sintiéndose dichosa por olfatear la esencia de su pareja añorada después de tanto tiempo.

El pelinegro no lo dudó ni un segundo, con un estruendoso crujir de huesos la bestia de grueso pelaje salió a flote y comenzó su carrera sin descanso hasta su objetivo, no le dejaría irse lejos esta vez.

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Hoseok miró con algo de preocupación a su sirviente y luego devolvió la vista hacia su hermano mayor que yacía agachado en su ensimismamiento con unas flores silvestres que habían encontrado. Aquel atisbo de lucidez que había mostrado antes desapareció en cuestión de minutos y Seokjin se había vuelto a encerrar en su propia burbuja de pensamientos.

-Jinnie, vamos -Hoseok tocó su hombro pero el chico no prestaba atención-. ¿No quieres ver el resto del bosque? Ya llevas un buen rato allí.

Seokjin se notaba muy decidido a continuar con su actual actividad, tanto que Hoseok estaba a punto de buscar un sitio donde sentarse, pero algo hizo que su hermano cambiara de parecer.

Iota & Gamma «kookjin»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora