Cap. 1 Reencuentro

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Narra Emilio.

Estaba a una semana de terminar mis vacaciones en la universidad. Todas las vacaciones me la pase con María y sus padres. Ella se regreso a Canadá ayer y ahora tendré una semana solo para mi, hasta las parejas mas enamoradas necesitan alejarse de vez en cuando.

Diego me aviso que haría una fiesta para despedir a las vacaciones y pienso ir a divertirme un rato, no importa si voy solo.

–¿Enserio no quieres ir conmigo?­– pregunte a Lucas, un viejo amigo de la universidad.

–Estaré ocupado mailo, además ya sabes que yo y tus amigos no nos llevamos bien.

Es cierto, el es muy callado y muy pegado a la escuela, nada que ver con mis amigos.

–De acuerdo, nos hablamos luego– nos despedimos y corte la llamada.

Ahora solo tendría que pensar con quien ir, me sentiría extraño llegando solo.

Pensé en invitar a Joaquín tenemos mucho de no hablar, ahora que lo pienso, estaría bien hablarle y preguntarle si quiere ir conmigo, serviría para ponernos al tanto de todo.

Tome mi teléfono y llame, uno... dos... tres timbres y no contestaba, intente varias veces y nada. Decidí irme, igual haya encontraría a alguien.

Llegando al lugar había demasiada gente tanto dentro como fuera de la casa de mi amigo. Estacione el coche y caminé rumbo a casa de Diego.

Antes de llegar a la puerta vi que alguien estaba sentado en el suelo, y creo verlo llorando, podía escuchar sus sollozos hasta donde me encontraba yo.

Me acerque y en el momento que me vio corrió a abrazarme. No sabría cómo describir ese momento, era Joaquín y debo admitir que el tenerlo en mis brazos hizo que mi instinto protector se preocupara por él, lo sentía más delgado, casi quebrándose a mi tacto.

Quise preguntar qué le sucedía pero no quise arruinar el momento seguí con el abrazo hasta que él se separó de mí. Sentí un vacío cunado lo hizo.

–Perdón no sé qué me paso... lo...lo siento– dijo Joaquín.

Verlo así, con sus mejillas rojizas, sus ojos llorosos y sus labios un poco hinchados, me hizo querer abrazarlo de nuevo.

–No te preocupes Joaco, aquí estoy para ti– ahora lo abrace yo, pensaba que no me correspondería pero lo hizo.

[...]

No regresamos, bueno yo ni siquiera entre, pero quería estar con Joaquín, el es más importante que una fiesta. Caminamos sin rumbo hasta llegar a un parque y decidimos quedarnos un rato ahí.

Ya habían pasado dos horas desde que llegamos a este parque y lo único que hablábamos hecho era cruzar unas cuantas palabras de temas sin sentido o sobre lo que había pasado desde que no nos veíamos.

No me atrevía a preguntar que le pasaba, no quería verlo llorar de nuevo. Pero la duda me mataba, necesitaba saber que o quien le hizo tanto daño como para estar así.

–Joaco...

–Aun no– interrumpió levantando su cabeza de mis piernas y me vio a los ojos. –Necesito buscar las palabras correctas ¿Okey? – termino diciendo.

Lo abrace de nuevo y volvimos a platicar, pero sabía que no estaba bien, estaba más delgado, más pálido, incluso más triste, no estaba ese brillo en sus ojos que veía cada mañana cuando me lo topaba en la universidad.

–Creo que ya deberíamos irnos, ¿no crees? – Llevábamos ahí algunas horas, pasaban de las 2 a.m. y ya tenía un poco de sueño –Te llevare a tu casa– finalice diciendo. Su mirada cambio, volvió a ponerse triste, parecía que todo este tiempo hablando no sirvió más que para alegrarle un momento.

–Ya no vivo con mi madre Emilio– dijo bajando la mirada –Pediré un taxi, no te preocupes.

–Bueno entonces porque no te vienes conmigo y hacemos una pijamada– dije con la mejor sonrisa en mi rostro para lograr que aceptara –¿Qué dices? Como en los viejos tiempos.

Claro que las veces anteriores nunca estuvimos solos, pero no quiero dejarlo, no ahora que sé que está mal.

–De acuerdo, aceptare porque no quiero que te regreses solo– se rió de su propio chiste y yo solo con escucharlo me reí también, ya extrañaba verlo sonreír.

[...]

Llegamos a mi casa, debo admitir que me sentía nervioso, no sabía el motivo, pero al estar aquí solos me provocaba algo de nerviosismo.

–Creo que yo podría dormir aquí– dijo Joaquín señalando el sofá.

–No, no, no, por supuesto que no, dormirás en mi cama.

–Mailo yo no creo que...

–Yo dormiré en el cuarto de visitas, no te preocupes por mí– lo interrumpí.

Debo admitir que la sangre subió a mis mejillas al escuchar cómo me llamo pero tenía que mantenerme serio. Subimos, pues en el piso de arriba estaban las recamaras y le preste algo para que durmiera a gusto y camine directo a la que sería mi habitación por esta noche.

Pasaban las horas y no podía dormir, seguía pensando e inventándome teorías sobre lo que le pasaba a Joaco. Un grito me saco de mis pensamientos, eran las 3:15 a.m. no lo pensé, me levante y corrí hacia mi recamara donde se encontraba Joaquín.

–Joaco, Joaco ¿Qué pasa? – gritaba mientras entraba a la habitación.

–Vete, lárgate de aquí– Joaquín gritaba y lloraba mientras se movía bruscamente en la cama –Ya no me hagas daño, por favor– sus gritos se volvieron lamentos desesperados.

¿Que pasaba?, ¿Quién le hacía daño a Joaquín? ¿Sera solo un sueño? Necesitaba respuestas, pero antes de eso, necesitaba verlo despertar.

–No Joaco, despierta. Estoy aquí, contigo– me sentía desesperado, para este punto ya estaba llorando yo también.

Despertó muy agitado, no sabía cómo calmarlo, así que solo lo volví a abrazar. Correspondió a mi abrazo y ahí se quedó hasta volver a dormirse. No podía escapar de sus pequeños brazos, así que decidí quedarme con él esta noche.

El verlo ahí, tan cerca de mí me provoco algo. Miraba cada parte de su rostro, de su cuerpo que estaba casi encima de mí abrazándome. Mi vista se movió a sus brazos y algo dentro de mí se quebró, tenía golpes, tenía moretones y cortadas ¿Quién te hace tanto daño mi bonito?...

Pesadillas reales - EmiliacoWhere stories live. Discover now