Capítulo 9. Sólo tú

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_Candy_

10 de Julio de 1923

No consigo concentrarme en nada de lo que hago.

Durante nuestro breve encuentro, Terry impregnó con su presencia hasta la parte más profunda de mi alma, y ahora sin él, no se como conseguir que todo mi ser en su totalidad funcione correctamente.

¡Me asusta la intensidad de mis emociones! No es normal que en tan sólo unos minutos vuelva a enamorarme irracionalmente de él. Lo necesito y no quiero hacerlo, porque ahora sé, que jamás podré tenerlo.

Aunque no deseo que mis acciones dependan de su presencia o ausencia, para mí ya es demasiado tarde.

Sin Terry me siento incompleta, vacía.

No puedo ignorar las abrumadoras sensaciones que despertó en mí. Intentar hacerlo era parecido a querer sobrevivir sin beber agua en absoluto. Es sencillamente imposible, pero debo intentarlo aunque me lleve toda una vida conseguirlo.

Él ya no me ama.

Con dolorosa precisión recuerdo las frases que salieron de su boca ese día en la mansión de mi familia. Fue una herida sobre mi corazón que jamás desaparecerá.

No te quiero volver a ver ¿¡no lo entiendes?! Tu mera presencia me altera.

Sus palabras me trastornaron por completo.

Una larga semana ha pasado desde entonces.

El viaje en tren de regreso a Chicago duró casi 27 horas, fue un doloroso deja vu de uno similar que hice 9 años atrás.

En esos tiempos, era una adolescente de 16 años que volvía a casa con los sueños rotos y el corazón destrozado.

Ahora, a mis 25 años, experimento exactamente lo mismo; la soledad, aquella vieja melancolía, y también, la desolación que nuestro rompimiento me dejó, la cual, me orilló a enlistarme como enfermera de guerra 6 meses después de mi llegada a Chicago.

Recuerdo que la Srta. Pony, la hermana María, Albert, Annie y Archie, se opusieron rotundamente a mi decisión. Con diferentes palabras me decían lo que yo ya sabía, pero que, en esos años me negaba a reconocer.

Es tanto el dolor que sientes por haber perdido a Terry, que no piensas con claridad, decían.

¡Tonterías! Él está en mi pasado. Yo tomé la decisión de dejarlo. ¡Además, estoy bien! Soy enfermera y mi deber es ayudar a la gente que me necesita, eso les respondía entre sonrisas que me obligaba a dibujar en mi cara.

Ahora que lo veo en perspectiva, era yo a la que intentaba convencer con una mentira ensayada que ocultaba la verdad.

No me arrepiento de haberme enlistado en la guerra, pero admito que esa experiencia marcó mi vida para siempre. Los horrores que me vi obligada a sobrellevar durante esos años, no los he podido superar del todo.

Tener la muerte tan cerca, y verla directamente a la cara, es una experiencia que jamás se olvida.

Hasta la fecha sigo sufriendo pesadillas al respecto.

Me despierto sobresaltada, sudorosa, y algunas veces, con unas náuseas tan espantosas que sólo consigo sosegar hasta que vacío por completo mi estómago.

En medio de tanta muerte, la aparición de Tea en unas trincheras, fue el remanso de paz que necesitaba para no dejarme llevar por la desesperanza que deja como consecuencia la guerra.

Era una gatita de no más de 2 meses de edad.

Estaba tan pequeña y desnutrida, que pude guardarla en uno de los bolsillos de mi uniforme durante varias semanas.

Rosa de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora