Cumpleaños.

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—Maldición, Steve—comentó entre risas la pelirroja. La diferencia de estaturas era notoria entre el soldado y la espía, aunque a ella parecía no importarle tener que andar de puntitas porque su amado levantaba la cabeza para así evitar que ella tapara sus ojos, además su vientre comenzaba a crear una distancia entre ellos que le hacía aun más difícil su tarea— deja de moverte, que sino la sorpresa no será una sorpresa.

Él rio y volvió a levantar su cabeza a pesar de tener sus ojos aún cerrados, sólo para molestar a su amada pelirroja, quien intentaba levantarse un poco más para cubrirle los ojos.

—Debí traer una maldita venda, y mantener tus manos esposadas en tu espalda así no intentarías mirar—rio la espía, también con la intensión de molestarlo.

Él volvió a reír sin poder evitarlo, mientras era guiada por su amada. Para quienes los viera era una imagen curiosa, adorable. Ambos se tambaleaban por el largo pasillo para doblar hacia una de las puertas.

—Leguanje, señorita Rogers-Romanoff—añadió logrando que su voz fuera firme, como si estuviese en el ejército, sin embargo, la curvatura de sus labios delataba su felicidad. No importaba qué era lo que la espía planease para aquella fecha, él era feliz tan sólo estando a su lado.

—Estamos llegando, señorito Romanoff-Rogers —lo molestó usando un tono similar. Entraron a la cocina. Ella dejó de intentar cubrir sus ojos— No mires, aún.

Confió en su palabra mientras se dirigía al refrigerador: había realizado una pequeña torta para su cumpleaños, aunque ese año quería lucirse con sus dotes culinarios, que habían terminado en un pequeño desastre.

La torta tenía detalles en azul y rojo y un dibujo en una de las esquinas que parecía gritar “destrúyanme antes de que me miren”. No, ella no era la artista, incluso el pequeño James, podría haber realizado un mejor Steve de crema.

—Bien… descúbrete los ojos—le pidió tras prender las velas que marcaban un 101 y otras que parecían fuegos artificiales.

Mordió su labio en un gesto de genuino nerviosismo. Quién pudiese ver a la viuda negra nerviosa como nunca. Jamás le había temblado el pulso en alguna misión, sin embargo, el héroe americano había logrado derrumbar todas esas barreras y estremecerla como nadie, incluso sin saber de lo que era capaz.

Feliz segunda celebración e íntima de cumpleaños—murmuró cuando volvió a ver aquellos ojitos azules deslumbrantes como nunca—Pide un deseo y sopla las velas.

Los ojos del Capitán América brillaban con amor ¿qué más podía pedir cuando se sentía un hombre completo? Tony y él habían dejado el pasado atrás, Bucky, su mejor amigo estaba tranquilo y feliz, recuperando la vida en su mirada y enamorándose perdidamente de Matt Murdock, de quien en un inicio sintió un poco de celos al saber la historia que comparía con su espía y luego se convirtió en un celo por la historia que compartiría con su mejor amigo, aún así esperaba que ambos fueran felices y; su pequeña Wanda, había también encontrado el amor junto con Danny, el espíritu sobreprotector de Steve al principio lo hizo mantenerse alerta, pero luego aceptó que ambos salieran. Por otra parte, Natasha y él habían logrado una familia completa: James era un pequeño sano y vivaz y, si pensaba que ya no podía tener una vida plena, Natasha le había sorprendido meses atrás con la noticia de que nuevamente se convertirían en padres.  Era feliz, eran felices, tan sólo podía pedir que las gemelas nacieran sanas y que la espera de aquellos tres meses no fuese tan larga.

Sopló las velas. Se sentía feliz, se sentía completo. No necesitaba más en aquel instante.

Ella se acercó para robarle un beso en los labios después de que él apagó las velas y llevando un poco de crema con su dedo índice a los labios de Steve.

—Te recomiendo que no la comamos, la masa está salada—confesó entre risas. Si bien la crema sabía dulce, al igual que el relleno, la masa tenía un sabor extremadamente salado: Por estar pendiente de James había terminado por echar sal en vez de azúcar a la preparación: Gran error—. Pero podemos comernos la crema, esta si está deliciosa.

Volvió a besar a su esposo ¿cómo no hacerlo? Si aquella mirada dulce pedía más besos sin importar si estos eran cortos, largos, en sus labios o en otras partes de su cuerpo. El amor era adictivo y sólo con esa mirada lo confirmaba.

—Debemos agradecerle a Pepper y a Tony que esta noche podamos quedarnos solos tu y yo y que James y Morgan tengan una pijamada en la torre—murmuró entre cortos besos mientras llenaba la cara del soldado con crema de colores para luego llenarlo de besitos por aquellas zonas—. Feliz cumpleaños, mi capitán.

Oneshot RomanogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora