ARTÍCULO (IX): SUBVENCIONAR LA...

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                                                   SUBVENCIONAR LA BARBARIE

               Artículo publicado el 7/IX/2001 en el Periódico Levante de Castellón


Subvencionar la barbarie es una barbaridad. Los 2.500 millones de pesetas otorgados a la llamada "fiesta nacional" ayudarán también a que no desaparezcan los tradicionales "toros de calle" a los que tan aficionados son los pueblos de nuestra provincia. 

Los partidarios de subvencionar las "exhibiciones de ganado vacuno" ,- ¿qué gran complejo de culpa esconde la autoridad tras este eufemismo?-, alegan, entre otras, las siguientes razones:

Nadie debe considerarse ofendido por un espectáculo al que es libre asistir. O dicho de un modo más castizo por un cronista local: "quien no quiera polvo que no vaya a la era".

A partir de ahora, pues, según esta lógica, me mostraré indiferente, por ejemplo, ante el tráfico de esclavos en Sudán pues ni personal ni económicamente participo en tan vergonzosa transacción. Además tal refrán no es aplicable a los "toros de calle", donde casi todo el pueblo se ve implicado en la fiesta lo quiera o no. Cómo botón de muestra será suficiente una breve noticia en prensa: "Una mujer indigente muere al ser corneada por un toro en Almasserá,                                                 cuando intentaba salvar a su perrito que se había introducido en un                                                   festejo taurino a través de los barrotes"  (verano del año 2000).

Y un soneto de un poeta, único sollozo y lamento por la olvidada y desgraciada victima:                    

"Quien te seguía de aldea en aldea,

 compartiendo tu hambre, tu sed, tu afán

cuando ibas buscando cobijo y pan?.

El inconsciente que ahora alardea


ante el noble bruto al que aguijonea

la chusma primitiva. Gritos dan,

 chufla hacen las gentes, mientras tu can

 entre pezuñas y astas juguetea.


 Por amor a tu único compañero 

 mil agudos pitones, ¡ay!, ahora 

 te ultrajan. Maldito festejo fiero,


 que todos los veranos, sin demora,

 empapas en sangre el aliento entero 

 de este pueblo que lo atávico añora.


Indiferencia, si, pero a costa de haber perdido algo que es propio del ser humano: la sensibilidad y la compasión.

En segundo lugar que ante el mal momento que atraviesa la fiesta por "el mal de las vacas locas" es lógico que subvencionen una tradición enraizada en el sentir del pueblo.

Mi panadero también afirma que con la moda actual de las dietas le ha mermado mucho el negocio del pan y ya que cocer pan  es un arte más antiguo y tradicional que torear pide una subvención (Vds. no le crean; el panadero es algo vago y en verano es muy duro trabajar en la boca del horno y lo que quiere el panadero es tomarse unas vacaciones).

De todos modos y teniendo en cuenta que, según la prensa, los más beneficiados por la subvención taurina son los grandes ganaderos, los más afamados toreros y los ricos apoderados, las razones de mi panadero son oro purificado con su sudor en el crisol de su horno.

Reconozco que, con respecto a la subvención, mi punto de vista, que es el del panadero y el del ciudadano (¡Uy!, perdón, súbdito) solitario e inerme ante la trituradora estatal, es parcial e interesado (quizás porque desde mi perspectivismo orteguiano no logro captar la complejidad del problema). En cambio la autoridad que es capaz de reunir todas las perspectivas, todos los puntos de vista, como Dios, tiene un conocimiento preciso del asunto y considera perfectamente lógico lo que para mi es una aberración: subvencionar a los grandes y poderosos. Y es que todo cambia (Heráclito: "panta rei"), pues ya no hacen huelgas los obreros pobres y explotados sino lo que cobran pingues sueldos (pilotos), o tienen grandes fortuna(toreros y apoderados) o son terratenientes (ganaderos).

En cuanto a subvencionar algo porque sea tradicional carece de senido si la tradición a conservar no es humana, provechosa, ética...Sería espeluznante que Ecuador y Perú subvencionaran a los jíbaros para que mataran y redujeran las cabezas de sus enemigos (y los jíbaros tienen buenas razones para practicar esa bestialidad: es la única manera manera, según ellos, que su espíritu principal "arutam" , que es el que los libra de la muerte violenta se mantenga activo. Y sería espeluznante que los gobiernos del África negra subvencionaran el canibalismo tradicional de algunas etnias bantú y también también tienen buenas razones  pues, aparte de saciar el hambre, se trasmite al comensal, la virtud del miembro comido:  la inteligencia, si lo devorado es el cerebro, la fuerza, si es el brazo...

¡A  qué viene, pues, dar es salto atrás y retornar al gen violento, sanguinario, cruel, trágico...de nuestros ancestros cuando tantos siglos nos ha costado transformarlo en un gen pacífico, sensible, amable razonable...? ¿A qué viene subvencionar ese atavismo que nos hace recrearnos y disfrutar de un espectáculo sanguinario, cruel y peligroso?.

En tercer lugar, los partidarios de las fiestas taurinas dicen que se subvenciona un arte y lo enfatizan diciendo que inspirándose en la "fiesta nacional" se producen infinidad de manifestaciones artísticas: poéticas, pictóricas, cinematográficas..... 

Nadie les niega la categoría de arte a esas manifestaciones como nadie negará que el "martirio de San Bartolomé", de José Ribera, por ejemplo, es una pintura excelsa y a pesar de ello , nadie en su sano juicio, aprobará crueldad que el cuadro se representa: el desollamiento de un ser humano vivo.

Incluso puedo admitir que alguien pueda ver belleza y arte, toda actividad humana  puede, en cierto modo, llamarse cultura y arte -, en el acto mismo de torear, en un rejoneador, en un recortador, en un banderillero....pero será una belleza cruel, sangrante, infamante, patológica... como la que chorrea del inhumano arte de la guerra. Y como nos advierte Tomás de Aquino la crueldad con los animales puede volvernos insensibles y predisponernos a tratar con la misma crueldad a nuestros semejantes. Y no es válida la respuesta  de Luis Maria Ansón , cuando afirma que pollos y cerdos sufren más tortura en las granjas masificadas que los toros en la plaza pues las culpas ajenas no nos libra de las propias.                    

Si el político no fuera demagogo  y el legislador no hubiera renunciado a su faceta de educador jamás subvencionarían un espectáculo tan bochornoso y sangriento. Yo sé que podría decir cosas más agradables pero es que subvencionar la barbarie es una barbaridad.  


                                       Pedro Monfort Monfort                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                   


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