Hundirme

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Tiré la sábana a un lado y resoplando del enojo volví a tirarme de la cama dirigiéndome hacia Perth. Él me miraba con las manos en la cintura, con una mirada prepotente. Su lengua levantaba levemente su mejilla.

Mis pasos se acercaron con cuidado hasta él. Aún podía sentir el sabor de los besos en mi boca y el líquido viscoso escurrirse en pequeñas gotas por mis muslos, mi piel roja y ardiendo en los lugares que él había mordido y chupado, que a diferencia de él, yo quería que quedaran tatuados en mi piel de por vida, así un divorcio se efectuara.

- ¿Y ahora qué? - soltó una carcajada

Entre cerré mis ojos y cuando estuve de frente a él volteé mi cabeza de lado para ver su mandíbula tensa.

- ¿No tienes vergüenza? - escupí las palabras en un susurro.

- ¿De haberme vuelto a acostar contigo? Por que si a eso te refieres, puedes tener la seguridad que si.

Bajé mi mirada al suelo, no estoy seguro de que es exactamente lo que piensa Perth, o en que realidad está viviendo. Por que ni siquiera está con su amante por amor, sino, por experimentar el placer que era estar con una mujer.

Antes de empezar a salir, yo sabía muy bien que él era heterosexual, más sin embargo, nunca había estado con ninguna mujer antes. Nunca había probado el dulce néctar de una de ellas, y uno de sus amigos lo ayudó a que lo hiciera. Olvidando que aún cargaba un anillo en su dedo anular.

Fue imprevista la manera en que empecé a salir con él. Al igual que la manera en que estoy literalmente terminando con él.

No pensé mucho, simplemente, en nuestra relación nunca habían habido golpes, siempre habían sido caricias y besos. Pero mi cabeza ahora estaba muy caliente, quería hacer que las marcas que el estaba despreciando ahora, fueran marcas rojas de cachetadas, las que le fuera a presumir fuera a quien fuera, allá en la calle.

La palma de mi mano se levantó junto a mi vista y tomé el impulso suficiente como para hacerle sentir al menos la mitad de dolor físico de lo que yo sentía emocionalmente.

Pero si alguien quería lograr una marca, al final había sido él.

Había detenido mi mano en el aire a centímetros de su mejilla, y luego me jaló para que mi rostro quedara a centímetros del de él, todo el vaho de su aliento chocaba contra mi cara dejándome adormecido.

- ¿No te hartas de esto todos los días?

- ¿No te hartas de ser un maldito patán todos los días? - si algo había aprendido hacer en estos meses era, aprender
a contraatacar sus respuestas.

Él dirigió su agarre a la solapa de mi camisa de dormir y la apretó.

- ¿Quieres golpearme? ¡HAZLO! - al final había vuelto a perder la calma. Mis lágrimas se habían resbalado hasta su puño cuando le grité.

- Saint....

- ¡Matame! Al final, ya lo haz hecho emocionalmente.

- E..e..sto es ridículo - soltó su agarre y se alejó repentinamente de mi, dejándome con los ojos completamente rojos. - Me voy - escuché el tintinear de las llaves cuando las tomó y sus pasos rápidos cuando se dirigieron a la sala.

Fue Involuntariamente cuando di vuelta y fui tras él.

- ¿Dónde vas? - Aunque nuestro matrimonio estuviera hecho pedazos, aún seguía debiendome una explicación de lo que hacía.

- A la casa de mi familia.

Cuando él estaba por poner sus manos en la perilla de la puerta, en un impulso desesperado por que se quedara, lo tomé de los brazos y le di vuelta hacia mi, estampandole un beso.

Amor RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora