11

8 0 0
                                    

Los guerreros de Azabache avanzaban a duras cuestas. Habían atravesado a hurtadillas el territorio del Clan del Río y ya se encontraban a salvo lejos de la frontera y lejos del poblado de Dos Patas. Sin embargo, el camino había sido duro. No muy lejos olían el territorio del Clan del Viento. Sin dudas, aún era un riesgo instalarse allí.

–¿Cuánto más caminaremos, Azabache? Aún faltan dos días para la próxima luna –protestó Cenizas, que ya era más que evidente que se estaba quedando atrás.

–Siento que ya estamos cerca.

–Parece un camino hacia las Rocas Altas –añadió Tormentosa, mirando a lo lejos.

–¿Conocen un sitio más lejos que ese? –contestó la líder– Los Dos Patas no nos encontrarán allá.

–¿Vamos a las Rocas Altas? –preguntó incrédulo Patas Plateadas.

–Más allá. Hay tierras que no pertenecen a ningún clan. Nadie nos podrá sacar de allá.

–¿Estaremos seguros ahí? –preguntó Torbellino Nocturno con desprecio.

–Puedes volver con los Dos Patas. Nadie te extrañará –gruñó Azabache, retomando camino tras haberse detenido un momento.

Tormentosa, preocupada, volteó hacia el guerrero negro, que había erizado el lomo al ver que la líder volvía a avanzar por el sendero. Entonces, se alejó un momento de Cenizas y fue al lado del joven furibundo.

–Torbellino Nocturno, Azabache hace lo mejor que puede por su clan –murmuró la curandera– No le hagas esto más difícil.

–Ella me ha hecho la vida imposible desde que era un cachorro –respondió, sin quitar su fulminante mirada de la líder– ¿Me pides que tenga piedad por ella? Que, por ser mi madre, ¿debería ayudarla?

–No. Te pido que uses tu cabeza... –dudó un momento– Esta es una buena oportunidad para dejar el clan...

–¿Qué? –preguntó incrédulo por las palabras de Tormentosa– ¿Quieres que le dé en el gusto yéndome?

–Le darías en el gusto si te quedas. Es claro que ambos no pueden seguir conviviendo juntos más tiempo. Ser un solitario es mejor que ser tratado como un proscrito el resto de tu vida.

–No lo haré. Sólo la dejaría ganar... –bufó.

–Torbellino Nocturno, quiero evitar más confrontaciones innecesarias. A veces sería mejor que no pusieras tanta resistencia...

–Lo sé. Es tu deber siendo sólo una curandera, tratar de resolver todo pacíficamente... –y con un gruñido añadió– Pero descuida, ya habrá momento de acabar con la tiranía de mi madre...

Sin darle oportunidad, se alejó de Tormentosa con paso firme.

–Oh, Clan Estelar –murmuró Tormentosa, deteniéndose un momento a mirar al cielo– Ilumínalo, sólo está dolido con su pasado... O ayúdame a impedir que ocurran más desgracias en mi clan...

El grupo continuó hasta pasar las Rocas Altas. Un campo verde se extendía desde allí. La vegetación no era abundante, pero sí había bastante donde cazar. Un atardecer con nubes rojizas se hizo presente, mientras Azabache avanzaba a la cabeza del grupo, olfateando el aire para descartar presencia de enemigos o Dos Patas. Cenizas dejó caer su pesado cuerpo junto a un pequeño arbusto, llamando la atención de Lodazal y Tormentosa.

–Azabache, por favor, detengámonos –le suplicó la curandera al ver el estado de la guerrera; su pata trasera estaba inflamada y la herida en su lomo necesitaba nuevamente atención.

–No hace falta –contestó la líder de pie, mirando a su alrededor.

–¿No hace falta? –intervino desafiante Torbellino Nocturno– ¿Te darás el lujo de perder más gatos a causa de tu mal liderazgo?

–Tú no tienes derecho dentro del Clan de la Flama –Azabache erizó el lomo– Además, ya hemos llegado... –y volteando hacia su grupo, dijo– A contar de ahora, éste será el nuevo territorio de nuestro clan. Estamos lejos de todos los clanes y de los Dos Patas...

–Y muy cerca del territorio del Clan Estelar –volvió a intervenir el guerrero negro, con las orejas bajas.

–No escucho que ellos se quejen –bufó Azabache.

–Entonces, ¿podemos buscar un campamento? –preguntó Tormentosa, esperanzada en que las riñas terminaran.

–Nos dividiremos las tareas. Lodazal y Patas Plateadas crearán un perímetro, necesito que marquen el territorio. Tormentosa, Cenizas: creo que para ustedes será más fácil buscar un lugar para montar nuestro campamento. Yo iré a los Cuatro Árboles. Buscaré en el camino al grupo de León y los conduciré hasta aquí.

–¿Y yo qué? –gruñó Torbellino Nocturno.

–No te busques problemas –dijo tajante, dando media vuelta para dirigirse al sitio de asambleas.

El cielo seguía cubriéndose de nubes, que se veían rojizas y moradas. Tormentosa guio a Cenizas hasta los pies de un árbol, mientras notó que Torbellino Nocturno, con las orejas pegadas al cráneo, comenzaba a avanzar siguiendo el mismo sendero que Azabache.

Tormentosa revisó rápidamente la herida de Cenizas y le aplicó algunas hierbas. Luego, volvió su mirada hacia el sendero, preocupada.

–¿Está todo bien? –preguntó la cansada guerrera.

–Hay algo que debo hacer... ¿Podrás quedarte aquí descansando?

–Sí... creo que es lo único que necesito... ¿A dónde irás?

–A impedir que una profecía se cumpla –murmuró, alejándose a paso firme.

"La sombra de tu líder será capaz de extinguir la flama...".

–No esta noche –pensó en voz baja, apresurando su andar.

La Sombra que Extinguirá la FlamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora