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La oscura noche ayudó al guerrero negro a camuflarse y pasar desapercibido. Entornaba los ojos para no perder de vista a Azabache, que seguía alejándose por el sendero de tierra. El crujir de una raíz seca en el suelo, alertó de inmediato a la líder. Se quedó de pie, quieta, con la cabeza en alto; e intentó captar cualquier olor en el aire. Torbellino Nocturno permaneció inmóvil, observándola escondido entre la vegetación, pegando su pecho blanco al suelo. Tras unos instantes, Azabache miró hacia atrás, seria, y luego retomó su camino con un paso más lento y las orejas atentas.

Esperó a verla alejarse un poco más, y volvió a seguirla. Agazapado y con las garras desenvainadas, avanzó más deprisa hasta estar a tan sólo una cola de distancia de Azabache. Se lanzó sobre ella intentando sorprenderla, mas la líder rodó en el suelo rápidamente, esquivando su ataque. Ya de pie y con el lomo erizado, le bufó con rabia.

–Sabía que vendrías tras de mí. Pude percibir tu olor a carroña fácilmente entre los matorrales –dijo entre dientes.

–Dije que ya habría oportunidad de arreglar cuentas. Vine a exigir respuestas, y si no me convencen, me encargaré de ti... –Torbellino Nocturno caminó en círculos, rodeando a Azabache amenazante– Siempre quise complacerte, en cambio, tú siempre me apartaste. ¿Por qué?

–Porque siempre te odié. Y lo sigo haciendo.

Torbellino Nocturno la miró con rabia, deteniendo su camino y lanzándose al ataque. Rodaron unos cuantos zorros de distancia hasta quedar bloqueados por el tronco de un roble. Aunque a Azabache no le gustara recordar los orígenes de aquel gato, debía admitir que se había transformado en un gato grande y fuerte. Era como estar peleando a muerte con su lugarteniente, León.

El joven guerrero arañó con fuerza el vientre descubierto de Azabache, mientras la gata luchaba por quitárselo de encima. Torbellino Nocturno dejó todo el peso de su cuerpo en sus patas delanteras, acorralándola; mientras lanzaba mordiscos, intentando llegar hasta su cuello.

–Todo lo que quería... era que me dijeras que estabas orgullosa... que me querías... que no debiste abandonarme... te habría perdonado... ¡Anda, dímelo!... ¡Dímelo!...

Un zarpazo dado por Azabache lo hizo callar. La nariz de Torbellino Nocturno sangraba por el reciente golpe que había recibido, mas eso le dio tiempo suficiente para clavar sus colmillos en el cuello de Azabache, apretando con rabia sus fauces alrededor de este. La gata intentó librarse, pero su lucha pronto la dejó sin aliento. Había perdido una vida.

Tardó en recuperarse, lo suficiente para que Torbellino Nocturno creyera que no volvería a la vida y la soltara al rato. Con un suspiro ahogado, Azabache abrió los ojos nuevamente, y con el pelaje erizado, se lanzó sobre el guerrero negro, derribándolo y contraatacó, intentando también asfixiarlo; sin embargo, un par de zarpazos de éste en el cuello de la líder, consiguieron hacerla caer nuevamente. Con un escalofrío en sus patas, dejó ir otra vida.

Torbellino Nocturno se levantó, aún con su pelaje erizado y las orejas bajas, y se detuvo a distancia a ver el cuerpo inerte de su madre. No bajó la guardia, sabía que volvería a levantarse en cualquier minuto. Dos vidas arrancadas en muy poco tiempo, más las otras cuatro que ya antes había perdido, quería decir que le faltaba muy poco para matarla.

Azabache abrió sus ojos aterrada. Se sentía adolorida, su pecho blanco, ahora teñido de rojo carmesí, aún le ardía por los últimos arañazos. Se levantó del suelo tambaleando. Torbellino Nocturno la miraba amenazante, abanicando violentamente su cola.

–¿Querías la verdad? –preguntó ella– La verdad es que me decepcionaste desde el momento en que naciste. Tú debiste ser el mejor guerrero del clan. Pero no... Tú sólo has sido una desgracia para todos. Debí matarte al primer momento de verte en el lecho de la maternidad.

–Me avergüenzo de ser tu hijo... –siseó el guerrero– ¿Pero sabes? En parte lo agradezco. Siempre supe que tendría el poder suficiente para deshacerme de ti, y hasta ahora no lo aproveché. ¿Cuántas vidas te quedan, "madre"? –preguntó despectivo– ¿Tan sólo tres?

–¡Y a ti sólo una! –gruñó Azabache.

–Y aún así soy más fuerte que tú...

–Tu exceso de confianza acabará siendo tu perdición...

La líder se lanzó sobre el guerrero antes que se le ocurriera contestarle, clavándole los colmillos entre los omóplatos e inmovilizándolo apenas unos segundos antes que Torbellino Nocturno se girara y le propinara un fuerte zarpazo en la cabeza, que la hizo retroceder. El joven guerrero aprovechó los escasos segundos y se abalanzó nuevamente al ataque, dispuesto a arrebatarle una vida más a Azabache, mas la líder seguía luchando pese a la debilidad que la aquejaba.

–Déjame darte un descanso... –se acercó diciendo Torbellino Nocturno al verla tambaleante.

La gata, malherida y débil, tras muchas lunas, volvía a sentir miedo. Estaba perdiendo la pelea, algo que nunca antes había enfrentado. Por cada vida que perdía, más cansada se sentía. Sus patas ya no aguantaron el peso de su cuerpo, haciéndola caer, muy a su pesar. Resollando en el suelo, vio acercarse a su hijo lleno de odio y desenvainar sus garras para darle muerte una vez más, sin embargo, una figura pequeña y delgada llegó oportunamente para impedirlo.

La Sombra que Extinguirá la FlamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora