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El grupo de Azabache seguía en rumbo, rodeando el territorio del Clan del Río. La líder avanzaba con la mirada al frente, decidida a encontrar un nuevo campamento para su clan.

–¿Y si vamos al poblado de Dos Patas? –sugirió Lodazal abiertamente– El pasaje donde vivíamos no es muy amplio, pero nos podría servir hasta encontrar algo mejor.

–Estamos huyendo de los Dos Patas, ¿y tú quieres correr hacia ellos? –siseó Azabache.

–Es sólo una propuesta...

–Nos estás llevando en círculos –Torbellino Nocturno avanzó hasta bloquearle el paso a la gata negriblanca– No hemos parado desde que dejamos atrás el viejo campamento. Hay una guerrera herida que se está quedando atrás.

–No llevo débiles conmigo –lo miró amenazante.

–No estoy débil –protestó Cenizas, cojeando de su pata lastimada y alcanzando así al resto.

–¿Nadie se da cuenta de lo que pasa aquí? –volvió a decir Torbellino Nocturno– Azabache acabará conduciendo el clan a su perdición. Dejó morir a los cachorros de Brizna, separó al clan cuando debimos permanecer juntos. Ahora quiere acabar con cada uno de nosotros.

–¡Ya tuve suficiente de ti! –Azabache pegó las orejas al cráneo, enseñándole sus colmillos, dispuesta a irse contra él.

–¡Alto! –Tormentosa se interpuso– Torbellino Nocturno, vuelve a tu lugar. Si lo que quieres es pelear, este no es momento para hacerlo.

–La verdad siempre incomoda, ¿no, madre? –el guerrero la ignoró, dirigiéndose nuevamente a la líder.

–Si lo que quieres son verdades, puedo decirte algunas –siseó, abanicando su cola.

–Azabache, por favor –pidió Patas Plateadas, preocupado que ambos gatos fueran a pelearse allí mismo.

–No sabes cuánto lo ansío –le respondió Torbellino Nocturno a la líder, ignorando la intromisión del guerrero.

Sin decirle nada más, Azabache lanzó un zarpazo a la cara de su hijo, que éste se apresuró a esquivar, pero que correspondió rápidamente.

Antes que la pelea se pusiera peor, Patas Plateadas derribó a la líder desprevenida y la contuvo contra el suelo; mientras que Lodazal y Cenizas se interpusieron frente a Torbellino Nocturno. Al ver que Azabache luchaba por librarse, Tormentosa se acercó a ella y le murmuró:

–Déjalo, no sabe lo que dice... Recuerda sus orígenes...

–No me lo recuerdes –gruñó.

Al verla envainar sus garras, Patas Plateadas la soltó; sin embargo, el guerrero negro no la perdía de vista, con el lomo erizado.

–¡Aléjenlo de mí! –ordenó a Lodazal y Cenizas– O juro que lo mataré, y nadie me detendrá.

–¡No te tengo miedo!... –le gritó– Ya no más...

–Basta –le siseó Tormentosa al pasar por su lado.

–¿Se quedarán ahí? ¡Andando! –Azabache se volteó un instante a decirles, para luego seguir caminando.

–Ya habrá otra oportunidad... –murmuró Torbellino Nocturno, mientras comenzaba a seguir al grupo.

Tormentosa lo miró preocupada al alcanzar a oírlo, mas permaneció en silencio, caminando junto a Cenizas. El cargo de consciencia no la dejaba en paz.

La Sombra que Extinguirá la FlamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora