Capítulo 4

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Roseanna

Martin Beck - 04

Capítulo 04

« Extinta por estrangulamiento» pensaba Martin Beck.

Estaba repasando un montón de fotografías que Ahlberg había recuperado entre el desorden de su mesa.

Las fotos mostraban la presa de la esclusa, la draga, el cucharón en primer plano, el cadáver sobre la lona y sobre la camilla de la morgue.

Martin Beckle enseñó a Ahlberg la foto que tenía en la mano y dijo:

–Podemos hacer siluetear y retocar esta foto en la que se la ve más limpia.
Luego ponemos en marcha un dispositivo de visitas puerta por puerta. Si es de por aquí, alguien tendrá que reconocerla. ¿Cuántos hombres podrías destinar?

–Tres como mucho —contestó Ahlberg—. Ahora mismo nos falta gente. Tres de los chicos tienen vacaciones y uno está en el hospital con la pierna rota. Aparte del fiscal, Larsson y yo mismo, sólo hay ocho hombres en comisaría. —Contaba con los dedos.—

–Bueno, de los cuales una es mujer. Y alguien debe de ocuparse del resto de las tareas.

–De acuerdo, en el peor de los casos, podemos ponernos nosotros mismos. Llevará tiempo. ¿Y cómo estáis de delincuentes sexuales? —Ahlberg golpeaba pensativo el bolígrafo contra los dientes. De repente rebuscó en el cajón del escritorio y sacó un papel—.

–Hemos tomado declaración a uno. Un tipo de Vastra Ny. Violador. Lo arrestaron en Linköping anteayer, pero tenía coartada para toda la semana, según este informe de Blomgren. Él se ha encargado de buscar en las cárceles. —Metió el papel en una carpeta verde que descansaba sobre la mesa.—

Permanecieron un rato en silencio. A Martin Beck le hacía ruido el estómago y pensó en su esposa y en cómo le daba la lata con lo de las comidas regulares. Llevaba veinticuatro horas sin probar bocado.

El ambiente estaba cargado de humo. Ahlberg se levantó y abrió la ventana.

Desde una radio cercana se oyeron las señales horarias.

–Es la una —dijo—. Si tienes hambre puedo pedir algo. Yo tengo un hambre de mil demonios…
Martin Beck asintió con la cabeza y Ahlberg descolgó el teléfono. Al cabo de un rato llamaron a la puerta y una chica con una bata azul y delantal rojo entro con una cesta.

Cuando Martin Beck se termino el bocadillo de jamón y el café, que se bebió sorbo a sorbo, dijo:

–¿Cómo crees que pudo acabar allí?
–No lo sé. Durante el día siempre hay gente en las esclusas, así que es poco probable que ocurriera entonces. Es posible que la arrojaran al agua desde el muelle o el rompeolas, y que la fuerza de atracción de los barcos la hubiera arrastrado fuera. O que la hubieran lanzado desde algún barco.

—¿Qué tipo de embarcaciones pasan por las esclusas? ¿Pequeños barcos y veleros de recreo?

—Algunos, pero tampoco tantos. En general, se trata de tráfico de mercancías. Barcos de carga. Y luego los barcos del canal, claro. El Diana, el Juno y el Wilhelm Tham.

–¿Podemos bajar hasta allí para verlo? —propuso Martin Beck.

Ahlberg se levantó, cogió la foto que Martin Beck había elegido y dijo:

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