Roseanna
Martin Beck - 03 Pt. 2
Capítulo 3 Pt. 2
—Sí.
A su espalda, la oyó fregar la taza con la muesca en el borde y las rosas
azules.—Tengo que pagar la factura de la luz y las clases de equitación de la pequeña esta semana.
—¿No tienes suficiente?
—Es que no quiero ir al banco, ya sabes.—Claro.
Sacó la cartera del bolsillo interior de la americana y echó un vistazo dentro.
Extrajo un billete de cincuenta coronas, lo observó, lo volvió a meter y se guardó la cartera en el bolsillo.
—Odio sacar dinero —insistió ella—. Es el comienzo del fin cuando uno
empieza.Sacó el billete de nuevo, lo dobló, se dio la vuelta y lo dejó encima de la mesa de la cocina.
—Te he hecho la maleta —dijo ella.
—Gracias.—Cuídate la garganta. El tiempo es traicionero en esta época del año, sobre todo por las noches. Y llueve.
—Sí.
—¿Vas a llevarte esa horrible pistola?« Sí, no… Pito, pito, colorito…» , pensó Martin Beck.
—¿De qué te ríes? —preguntó ella.
—De nada.Entró en el salón, abrió el cajón de la cómoda con la llave y sacó el arma.
La introdujo en uno de los bolsillos de la maleta y lo cerró.
Era una Walter de 7,65 milímetros, fabricada con licencia en Suecia.
No servía para casi nada, y además él no tenía buena puntería.
Salió al recibidor y se puso la gabardina. Cuando estaba con su sombrero negro en la mano, echaron el periódico por la ranura de la puerta que cayó a sus pies.
—¿No te vas a despedir de Rolf y de la pequeña?
—Es ridículo llamar « pequeña» a una niña de doce años.—Me parece muy mono.
—Me da pena despertarlos. Además, ya saben que me voy.Se puso el sombrero.
—Hasta luego. Te llamaré.
—Hasta luego, ten cuidado.Estaba en el andén esperando el tren de cercanías mientras pensaba que no le importaba viajar a pesar de haber dejado a medias el buque Danmark.
Martin Beck no era jefe de la Brigada Nacional de Homicidios y no aspiraba a serlo. A veces incluso dudaba si llegaría a comisario algún día, aunque lo único que realmente lo podría impedir sería la muerte o alguna falta grave derivada de su puesto.
Tenía el cargo de subinspector primero de la Policía Criminal de la
policía estatal y llevaba ya ocho años en la brigada.Había gente que le consideraba el mejor interrogador del país. Había pasado media vida en la policía.
A los veintiún años empezó a trabajar en la comisaría del distrito de Jakob, y después de seis años patrullando como agente en distintos distritos del centro de Estocolmo hizo el curso de subinspector en la Academia de Policía.
Quedó entre los mejores de su promoción y al acabar el curso fue promocionado a subinspector de la Policía Criminal. Tenía veintiocho años.
Su padre murió aquel año y volvió a su barrio, Soder, a la casa de su madre, para cuidar de ella.
Abandonó la habitación que tenía alquilada en Klara. El verano de ese mismo año conoció a su mujer. Había alquilado una casa de campo junto con una amiga en una isla del archipiélago, adonde él llegó con su
barco de vela.Se enamoró profundamente y en otoño, cuando ya estaban esperando un niño, se casaron en el Ayuntamiento; él se fue a vivir al pequeño apartamento de ella en Kungsholmen.
Un año después del nacimiento de su hija ya no quedaba gran cosa de aquella chica alegre y vital de la que se había enamorado y el matrimonio se vio abocado a la rutina.
Martin, sentado en un banco verde de escay del vagón de metro, miraba al
exterior a través de una ventana salpicada de gotas de lluvia.Pensaba perezosamente en su matrimonio, pero cuando se dio cuenta de que estaba autocompadeciéndose, sacó el periódico del bolsillo de la gabardina e intentó concentrarse en la página del editorial.
Tenía cara de cansado y su bronceada piel parecía amarillenta con la luz gris del día. Rostro fino, frente ancha y mandíbula bastante pronunciada. Su boca, bajo una nariz recta y corta, era delgada y larga con dos profundos surcos en las comisuras de los labios; al sonreír se le veían los dientes, blancos y sanos.
De cabello oscuro y peinado hacia atrás, tenía el nacimiento del pelo recto y aún sin canas; la mirada de sus ojos gris azulado era clara y tranquila.
Estaba delgado, no era especialmente alto y andaba un poco encorvado.
Había mujeres que le encontraban atractivo, pero la mayoría lo consideraba normal y corriente.
Nunca vestía de forma llamativa, sino más bien demasiado discreta.
El vagón estaba cargado y hacía bochorno, sintió un ligero malestar, como le ocurría a menudo en el metro.Al entrar en la Estación Central, ya esperaba junto a las puertas con la maleta en la mano.
Odiaba ir en metro, pero los coches le gustaban aún menos y el piso céntrico soñado seguía siendo una quimera, así que se veía condenado a este medio de transporte.
El tren expreso a Gotemburgo salía a las siete y media de la Estación Central.
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Roseanna
Gizem / GerilimRoseanna empieza en una tarde de julio, cuando el cuerpo de una joven es sacado del precioso lago Vättern, en Suecia. Tres meses después, todo lo que sabe el inspector de policía Martin Beck es que el nombre de la chica es Roseanna, que vino de Linc...