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Llevaba semanas trabajando en la cafetería de la abuela de Alaska. Creo que lo estaba haciendo bien, intentaba seguir las órdenes y aprender de los demás, mi cerebro trabajaba mucho para no distraerme y hacer un desastre.

Antes pensaba que era fácil el trabajo de Diego y Alaska, pero me equivoqué. Tienes que sonreírles a los clientes como una idiota, algunas personas son groseras e indecisas, sin embargo, podía decir que estaba feliz.

Me sentía bien conmigo misma.

Mis padres aun no sabían de mi trabajo, seguro creían que salía todas las tardes con Diego y Alaska para jugar videojuegos o algo por el estilo.

Diego y Alaska se habían convertido en buenos amigos para mí, estaba feliz con eso. Pasábamos más tiempo juntos y era divertido y algo alentador. Me hacían reír y también me incluían en sus conversaciones, que era algo muy loco para mí ya que nadie había hecho eso por mí. Agradecía haberlos conocido

—Me duelen los pies —me quejé.

Alaska rió bajito, y le lancé una mirada de pocos amigos. Iba a decirle algo, pero la voz de una persona me interrumpió

—Disculpa, ¿está atendiendo? — preguntó, un poco dudoso al hablar.

Quedé perpleja y pareciendo un pez fuera del agua.

Por Los colmillos de Edward collen...

Mi mirada viajó a su rostro.

Su hermoso rostro parecía esculpido por los mismos dioses, ¿qué mierda? ¿era un simple mortal este ser tan hermoso?

Sus ojos eran entre azul celeste y grisáceo con unas motas café, su cabello era negro tan negro como la noche y su piel era muy pálida, pero hacia un hermoso contraste con sus ojos y el color oscuro de su cabello.

Me di cuenta de que lo estaba mirando mucho y me obligué a reaccionar. Asentí varias veces mientras trataba de formular palabras.

—Claro —hablé por fin, y mi voz salió como si tuviera un lápiz en la boca.

Tonta.

—Por favor una malteada de chocolate —dijo, y me miró directamente a los ojos.

Mierda, mi punto débil.

El día en que estaban haciendo el curso de soportar el contacto visual no sonó mi alarma. ¿Cómo no podía hacer algo tan simple?

—¿Malteada grande, mediana o pequeña?

—Mediana por favor —dijo, aun mirándome a los ojos.

Bueno, ya eso estaba raro.

—¿Algo más? — pregunté, intentando ignorar por completo su mirada.

El chico asintió.

—¿Qué clase de cupcakes hay? —preguntó, girando su cabeza en dirección al mostrador, mostrador que estaba muy orgullosa ya que arreglé y limpié y quedó impecable.

— Hay cupcakes orgánicos o saludables, como lo quieras llamar. Por cierto, son deliciosos ¿sabías? También hay sin gluten. Pero hay uno que es el más delicioso, se llama explosiona de chocolate, ese es el mejor, lo recomiendo. —Enumeré con mis dedos mientras le decía.

Él sonrió

—Quiero probar la explosión de chocolate. Deme dos —dijo con seguridad. Asentí y tecleé nuevamente en la computadora— ¿Cómo sabe que ese cupcake es el mejor? —preguntó con educación, pero al mismo tiempo parecía divertido.

Le sonreí amablemente.

—Es mi trabajo, tengo que recomendarles algunas cosas que venden aquí, ¿cómo recomendaría algo, si no lo he probado? —Me encogí de hombros.

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