8

172 25 0
                                    

—¡Emily! —escuché la voz de Alaska resonar por el largo pasillo, pero antes de que pudiera girar ella ya había llegado a mí, de forma rápida y enérgica me dio un gran choque de caderas y me sorprendió que su pequeño cuerpo me había hecho tambalear de un empujón.

Cuando pude analizar lo que acababa de pasar me aseguré de que mis cuadernos y mis plumones no estuvieran en el suelo subí la mirada y me encontré con una pelirroja muy feliz que no podía ocultar su emoción.

Ay, quisiera poder estar igual.

—¿Podrías saludar más normal? — le dije, mientras cerraba mi casillero. Mi corazón aun estaba acelerado por el susto.

Ella negó con la cabeza, y las comisuras de sus labios estaban tan elevadas que parecía al Joker.

—Estoy segura de que hoy va a ser un gran día.

Ja.

—¿Por qué lo dices? —me limité a preguntar.

Se encogió de hombros.

— No lo sé, tal vez por que los tengo a ustedes conmigo.

La miré con una pequeña sonrisa en el rostro, sin saber que más decirle y me sentí mal al instante. Alaska estaba feliz por tener amigos con ella en el instituto y yo por el contrario no paraba de pesar que este nuevo año escolar seria una mierda, sin pensar en las cosas nuevas que la vida me estaba dando. Alaska me había contado que ella era mala para hacer amigos, casi siempre estuvo sola en la escuela y nunca se sintió que encajaba. Ella siempre tuvo miedo de ser rechazada por su explosiva personalidad y es por eso que me alegraba su emoción por tenernos a Diego y mí para que ya no se sintiera sola.

Y si, para mi fortuna y desgracia Diego y Danilo estudiarían con nosotras.

—Hey,roja, hey pecosa. —La voz de Diego me hizo pegar un brinco de asombro.

Lo miré con el ceño fruncido ya que había aparecido de la nada.

Me llevé una mano a mi pecho, sintiendo mi corazón la latir con rapidez.

—¡Podrían por favor dejar de hacer eso! Si siguen así no llegaré hasta la graduación —les dije a ambos.

Ambos ignoraron mi comentario, y Alaska literalmente se lanzó para abrazar a Diego con tanta vigorosidad que me sorprendió. No entendía como podía una persona de su estatura tener tanta energía.

Me les quedé mirando por un segundo y no pude evitar sonreír de forma malvada. La verdad es que eran muy tiernos, siempre peleaban y se insultaban mutuamente, pero quitando eso, debía admitir que eran muy tiernos.

Estuvimos unos segundos hablando y quejándonos de la escuela, por mi parte me quejaba del uniforme y de la escuela al mismo tiempo. Después sonó el timbre indicándonos que teníamos que ir a nuestras clases.

Nos tocaba literatura así que nos dirigimos al aula a paso perezoso.

Al entrar al salón miré mi puesto favorito.

Siempre me sentaba en la primera fila en el lado izquierdo que daba a la ventana, muchas veces cuando me aburria de clases miraba a la ventana y se podía ver un lindo árbol frondoso que se movía por el viento. Algunas veces le tenia envidia a ese árbol, era tan brillante, majestuoso y pelicular. Él parecía estar en paz todo el tiempo y Danzaba entre el viento pareciendo libre. Quería ser él. Quería no sentir dolor en mi corazón, sentirme libre y en paz.

A pesar de que odiara la escuela, me gustaba mucho la clase de literatura. Era interesante y muy divertida.

Diego y Alaska se sentaron en la segunda fila, me invitaron a sentarme con ellos, pero les hice una seña con mi mano para indicarles que no se preocuparan.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 18, 2023 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Sonrisas que iluminan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora