El cristal de la puerta se rompió con el impacto de la piedra. Normalmente hubiese saltado la alarma, un pitido estridente que se oiría en una manzana a la redonda, pero se había cortado el suministro de electricidad tan solo unas horas antes. Para el pequeño grupo de estudiantes, aquello era un regalo del cielo. Ya se habían dado cuenta de que los "abultados" (como habían bautizado a aquellos terroríficos seres) tenían un oído muy fino. Un fuerte sonido podría atraer un horda entera.
Ida pasó un brazo con cuidado por el agujero que había dejado la piedra y desbloqueó el cierre desde dentro. La puerta se abrió despacio, con un chirrido estridente que les heló la sangre a todos. La chica pasó primero, con el brazo del maniquí esgrimido como un bate. Miró a su alrededor. La tienda era muy amplia, pero no parecía haber peligro. Hizo un movimiento con la cabeza para que sus compañeros pasasen. El último fue Drake, que aún se resentía por el dolor y el que peor llevaría tener que salir corriendo.
—¿Alguno sabe disparar?—preguntó Curtis, pero ninguno de sus compañeros le dio una respuesta afirmativa—. Es igual. Por ahora, cojed una pistola, mirad el calibre, y pillad la munición que corresponda. Estaría bien también coger algo en el que llevarlo, una funda, un chaleco, algo así, no sé.
Todos asintieron y se separaron por la tienda en busca de algo con lo que pudiesen defenderse.
Ida se metió por un pasillo en el que parecía haber calibres pequeños. Las pistolas estaban expuestas sin ningún tipo de protección, nada evitaba que cogieses una. Ida siempre había estado en contra de las leyes que concernían a las armas de fuego en Estados Unidos, aunque tenía que admitir que en ese momento, les podía estar salvando la vida. Estaba mirando un revólver cuando oyó una voz a su espalda.
—Ten cuidado con eso.
Ida pegó un brinco y se giró. Se relajó al ver que tan solo era Drake. Estuvo a punto de pegarle un golpe por darle un susto, pero se contuvo al recordar la herida del chico.
—No me des esos sustos. Podría haberte disparado—replicó, moviendo el arma en su mano.
Drake se rió ligeramente.
—Ida, no está ni cargada. Te decía que tuviese cuidado con ella por que, con lo torpe que eres, puede caérsete en el pie. Déjame ver.
Ida se la tendió, aunque con cara de pocos amigos. Quizás si debía haberle dado el golpe. A veces se lo merecía. Ni en momentos tan tensos como aquel dejaba de meterse con ella. En ocasiones, su actitud la exasperaba.
—A ver... Si no me equivoco, es un revólver Colt Diamondback. Está bien para tí, tiene poco retroceso, es perfecta para novatos—le explicó acercándose a ella. Al alzar la mirada, vio que Ida tenía una expresión de confusa sorpresa—. Me encanta las pelis y series de crimen y policías, así que desde siempre he investigado mucho sobre estas cosas. Pero no he disparado en mi vida, eh.
Ida iba a responder cuanto oyó un ruido a su espalda. Se giró rápidamente. Dos abultados se acercaban caminando rápidamente. Una extraña serie de sucesos ocurrieron inmediatamente después. Uno cayó por el disparo de escopeta de Curtis, pero el otro se abalanzó contra Ida antes de que nadie pudiese hacer nada. La chica gritó por la sorpresa, el terror y el súbito crecimiento de sus niveles de adrenalina.
Un resplandor confuso.
El sonido de un golpe, y sangre negra salpicándole la cara.
Cuando recuperó el aliento, comprendió que Isabela, con las manos aún en el mango de un machete enterrado en el cráneo del inerte abultado, había sido su salvación. La chica se había movido lo suficientemente rápido como para que la criatur no tuviese tiempo de hincarle el diente en la yugular, lugar al que se había precipitado escasos segundos antes.
Ida se apartó bruscamente e Isabela dió una patada al monstruo para desengancharlo del filo del arma. El cadáver cayó con un golpe seco.
—Gracias...—fue lo único que Ida fue capaz de formular. El shock aún mantenía sus niveles de adrenalina demasiado altos como para expresarse más profundamente.
Mientras, Drake y Avery, la cual había venido corriendo al oír los gritos, miraron a Curtis e Isabela como si fuesen dos personas completamente diferentes a hace dos minutos. Jamás se habían imaginado que sus compañeros tenían la más mínima idea de como emplear las armas que portaban.
Isabela resopló al darse cuenta y miró a Curtis.
—Tú primero.
—Practicaba tiro al plato con mi padre. ¿Y tú?
—Mi madre es una dramática y tenía miedo de que algún día me raptasen—respondió encogiéndose de hombros—. Supongo que ahora nos vendrá bien.
El sol brillaba en lo alto. Ya era cerca de mediodía. Drake, curioseando un poco más la tienda (pero esta vez con una pistola cargada en la mano) había descubierto que en la trastienda había un baño y una salita con una nevera y un sofá. Les supuso un gran alivio, por que sabían que tenían un viaje largo por delante.
—¿Cuanto puede llevarnos ir en coche desde aquí hasta Washington?
Drake estaba sentado en el sofá, descansando, y los demás hacían lo mismo. Esperaban a que Ida saliese del baño, y después, meterían todo lo que habían cogido en el coche y se marcharían de la ciudad.
—Sin contar el tráfico pero teniendo en cuenta los descansos...—respondió Curtis echando cuentas mentales—. Puede que tres días. Más o menos. Eso si vamos por Nuevo México y Texas.
Drake asintió. Parecía estar dándole vueltas a algo, pero no lo compartió con el grupo.
—Está bien.
Ida, dentro del baño, estaba teniendo lo más parecido a un ataque de pánico que había sufrido en años. Creía que ya había superado aquello, esa ansiedad asfixiante que la había inmovilizado durante una gran parte de su niñez y preadolescencia. Por suerte, recordaba como controlar aquellos episodios. Se acercó las manos a la boca y se obligó a controlar su respiración contra ellas. Tras un par de minutos, consiguió calmarse. Se quedó apoyada en el lavabo, intentando procesar todo lo que les estaba pasando. El día anterior todo le había parecido muchísimo más sencillo. La vida era ir a clase, ver películas, ir a una fiesta o dos y estudiar. Pero hacía apenas quince minutos, había visto su vida en un claro y atroz peligro.
Se quedó en el baño un rato, no supo cuanto tiempo, hasta que oyó como alguien tocaba a la puerta.
—¿Ida? ¿Estás bien?—preguntó Avery desde el otro lado.
—Ahora salgo.
Ida se mojó la cara con agua para refrescarse y luego salió del baño. Miró las caras largas de sus compañeros.
—Es hora de irnos.
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Serie B
Science FictionEl sueño de todo joven siempre ha sido hacer un viaje atravesando el país con sus mejores amigos a su lado, pero no como lo hacen Ida Kidd y sus compañeros de facultad. Ellos creían que iban a ser los cineastas del mañana. Que dirigirían las mejores...