Tras despedirse de su esposo, Víctor supuso que ese sería su fin en el limbo entre el mundo mortal y en el que ahora su alma vagaba, pero confirmo que no fue así, al despertar en un prado desolado, junto con otras almas en pena. Pensó que estaba pagando el karma por el daño que había causado antes de morir, y que ese era su castigo, fue así hasta que tras unos minutos, un par de seres resplandecientes y del doble de su tamaño, se posaron frente a él.
Ambos eran imponentes, pero esa figura autoritaria contrastaba totalmente con sus rostros cargados de angustia, culpas y lágrimas. Ambos seres se presentaron segundos después, dejando a Víctor sorprendido al verse frente a la diosa de la tierra y al dios del amor, en medio de ese lúgubre lugar carente de vida. Sus dudas de disiparon al escuchar el relato de ambos dioses, y medida que avanzaba la historia, una sensación de dolor crecía en su interior. Cupido le explico el motivo de su infidelidad, la acción previa a terminar su matrimonio y su vida, mientras Gea lloraba desconsoladamente compartiendo su pesar.
Una vez se terminaron las palabras, comenzaron los reclamos de Víctor, exigiéndole a cupido que lo devolviese la vida, pero como ya tenía pensado explicarle este, el no tenía ese poder, ni el ni Gea podían hacer algo como eso. Le ofrecieron regalos, puestos para dirigir los cielos e incluso la posibilidad de elegir un compañero de por vida en ese mundo, pero Víctor solo quería recuperar lo que se le había arrebatado.
Tras unos minutos de silencio, Gea le dio una salida para aliviar su sufrimiento, le dijo que solo había un ser, que podía remediar ese terrible error: Cronos, el dios del tiempo. Le dijo que él podría devolverle lo que más ansiaba, y que al volver al ser un mortal, ella y Cupido, le recompensarían el daño que le habían hecho, con una vida llena de gozo y dicha para él y su pareja, pero Víctor dejo de escuchar, apenas repaso la frase: "devolverte lo que más ansias" y solo se pudo imaginar al lado de David, nuevamente.
Antes de partir, Gea le entrego una pluma blanca para que se la diera a Cronos.
"Te servirá en su momento, ya lo veras" le dijo con una media sonrisa en el rostro. "Mucha suerte hijo mío, y lamento todo el daño que te causamos"
Tras esa frase, Víctor partió por el camino que hojas amarillentas, que Gea construyo para él, para llevarlo hasta Cronos. Unas cuantas largas lunas después, Víctor llego a las puertas de un palacio enorme y descolorido. Sin siquiera tocar la puerta, esta se abrió de par en par, dejándole el camino libre hacia su interior. Sin dejar pasar esa muestra de invitación, se adentró al lugar, recorriendo un largo pasillo, hasta el final del corredor, donde en un trono hecho de cráneos, se encontraba sentado el dios del tiempo: una criatura enorme con una túnica verde olivo, una barba blanca frondosa, con un medallón metálico enorme debajo, que simulaba un ovalo con manecillas del reloj, solo que con muchas más agujas, y un bastón café sostenido por ambas manos.
Apenas Cronos se percató de la presencia de una triste alma en su palacio, inclinándose hacia adelante, confronto al hombre frente a el.
- ¿Quien hozá irrumpir en mi casa?
El eco de la voz, seguía redundando en el lugar segundos después, logrando intimidar por un momento a Víctor. Recuperando la postura, este se acercó hacia el enorme dios, y comenzó a relatarle su historia desde el principio, hasta su llegada al prado en su encuentro con los dos dioses y su razón de estar allí.
Cronos, importándole muy poco, de lo poco que si había escuchado, levanto su pesado bastón de madera, dispuesto a aplastar a esa alma en desgracia, cuando se detuvo en seco al ver que del bolsillo derecho de su chaqueta, la pequeña criatura frente a él, sacaba una pluma blanca. Abriendo los ojos por el repentino interés en el objeto y lo que representaba, observo a Víctor a los ojos.
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Hasta que la muerte nos separe
Short StoryDavid dejo de hablarle, de sonreirle, de mirarle, y Victor no sabia que hacer, más que esperar paciente, a que el amor que se tenían, fuera suficiente para arreglar su matrimonio destruido, por una infidelidad de la que no tenía memoria.