capitulo 1 El crimen

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capitulo uno

Juan Peterson, un estudiante de comunicación, escuchaba en la radio:

"Cuatro cadáveres de un grupo esotérico, se encontraron en una casa

abandonada."

-¡Esta es mi oportunidad de completar mi tesis!- se decía eufórico.

Tomó su cámara de vídeo y una mas portátil que fungía como cámara

fotográfica. Y se dirigió lo mas pronto posible hacia el lugar de los

hechos.

Una patrulla, era lo que había quedado de el resto de ambulancias que se

habían dado cita. Un par de policías interrogaban a vecinos y transeúntes.

Juan recopiló cada detalle en su grabadora de mano y anotaba sobre detalles

curiosos en el lugar.

"¿Un quinto?" -Se preguntó a si mismo, al escuchar ablar a un testigo que

había un sobreviviente. Cuatro muertos y.. ¿Donde está el otro?

Preguntando dio con información no oficial, que a el "otro" se lo habían

llevado a la delegación a declarar.

"En las noticias matutinas de la radio, no mencionaron nada de ese

sobreviviente o presunto culpable de esas muertes." No le dejaba de

rondar esa idea por la mente.

-¡A la delegación!- se dijo a si mismo.

-¿Trajeron a una persona a declarar del incidente de los cuatro muertos?-

Juan preguntaba a Gilberth, un contacto suyo en la oficina de recepción.

-si, pero es confidencial.- dice preocupado.- No le digas a nadie, se trata

de una persona muy influyente en la política.

-¿De quien se trata?

-No te lo puedo decir aquí, espera a que salga a mi comida.

-¿Sabes a donde lo llevaron?

-Si. -Responde quitándose la corbata que le sofocaba. Y se dirigió con la

que parecía ser su secretaria.- Voy a tomar mi receso mas temprano,

cualquier cosa regreso en una hora.

-Esta bien.- La secretaria le lanza una sonrisa coqueta.

-Me acosa.- le dijo mientras se dirigían a un restaurante chino.

-A mi no me pareció eso.

-Un arroz frito por favor.- Le dice al mesero que tomaba sus ordenes.

-¿Y usted joven?

-Solo un café y una dona.- Se rasca la cabeza.- Aun no he desayunado.

-En un momento les traigo su orden.

Gilberth miró al mesero que se alejaba a la entrada de la cocina, donde

entregó la comadnera en una larga lista de espera.

-No por nada nos hemos sentado hasta aquí, es la zona mas retirada.- Lo

mira sonriendo.- A nadie le gusta sentarse en estas mesas, por los

apestosos baños, espero que no te moleste como a mi. Ya que mi olfato no

funciona.

-No te preocupes, todo tiene un precio. ¿No?

-¡Me has cachado! Y lo siento, me encanta hacer sufrir a los demás.

-Jajajajajaja, lo se. No dejas de contarme como tu intolerancia a la

lactósa y esos excesos de gases, hacen de el elevador un horno.

Ambos rieron hasta las lágrimas.

-Aquí está su café y su panqué joven.- Juan lo miró como si fuese

estafado.- No tardará su arroz señor.

Juan estaba a punto de reclamar cuando Gilberth le tomó del brazo. Una

mirada de "¿porque?" fue lanzada a Gilberth quien respondió con un guiño de

ojo. Al ver que se alejó lo suficiente, tomó un poco de sal, y se la

introdujo al panqué en uno de los costados, cubrió la incisión y le

solicitó el postre correcto.

-Este cabrón suele molestarme, ya que nunca le dejo propina.

-¿Y eso?

-Se folló a una ex-novia mía.

Juan se quedó en silencio, ya que Gil parecía realmente afectado por ese

recuerdo.

-Su arroz señor.

Gilbert lo tomó de mala gana y comió la mitad del plato con la mirada

perdida. Juan advirtió que se sentaba ahí no para molestarlo, sino porque

desde ahí se tenía una excelente vista de la entrega de platillos. "de ese

modo, sus alimentos estaban seguros bajo su propia supervisión"

Habiendo terminado el plato, Gil levantó la mirada completamente renovado.

-OK, mira. La persona de la cual preguntas es el senador Alan Haefner.

-¡Alan Haefner? - Juan casi salta de su silla. Algunas miradas de las mesas

cercanas miraron por un par de segundos.

Gil lo miró penetántemente directo al alma.

-Lo siento.- dijo limpiándose el labio con una servilleta.- Lo que ocurre

es que al señor Haefner, lo conozco desde pequeño. Era amigo de mi padre.

Se veía el rostro de Gil con muchas interrogantes.

-¿No te platiqué?

-No.

-claro que si, te hablé sobre él el día de las carnes y las chelas en santa

fe.

-¡Ha si! ahora lo recuerdo. Lo que pasa es que en la delegación, todas las

personal que llegan ahí conocen a altos funcionarios.

-¿Donde se encuentra ahora?

-Según escuche, se lo llevaron al sanatorio.

El sanatorioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora