Capitulo 2
Sin mas, Juan se dirigió al Sanatorio de la cuidad. No podía creer, que
Alan, el buen Alan Haefner se encontrara internado. Y lo peor del caso que
se le encontró vivo en una escena de un crimen ritual.
Juan condució con su chevy blanco sin música en la radio, solo tenía un
cigarrillo en la mano sujetándolo por fuera de la ventanilla. Amaba la
nicotina del tabaco, pero odiaba su mal olor.
Doblando la esquina, pudo ver en la entrada del sanatorio a un pequeño
grupo de personas, ahí se encontraba Carla, la esposa de Alan. Ella lloraba
desconsolada. Estacionó el compacto en un espacio libre justo enfrente en
la otra acera.
-Buenos días. -Juan Saluda, el grupo respondió al unísono.- ¿Como se
encuentra él, señora Carla?
-Muy mal, está irreconocible.- dijo llorando.- Y no deja de repetir que el
mismo diablo asesinó al resto. No se si creerle. pienso que perdió la
razón.
-¿Podré verlo?
-Claro hijo, solo salimos a tomar un poco el aire. El ambiente ahí es muy
denso.
Ingresaron al recinto, pasando por las normas de seguridad pertinentes.
Fueron guiados a una sala de espera en la parte central del tercer piso.
Ahí, se sentaron en lo que daba la hora de visitas.
-Estoy aterrorizada, Alan siempre se a caracterizado por ser un tipo
inteligente y rápido con las ideas y palabras. No entiendo como no se le
pudo ocurrir otra cosa, para declarar en la delegación.
-¿Que fue exactamente lo que declaro?
-Llegué ya cuando había terminado, pero leí en el informe criminalista. De
cómo y en que manera fue hallado con los detalles de la escena del crimen.-
Ella parecía que estaba a punto de vomitar.- El informe decía, que las
cuatro personas asesinadas, tenían la cabeza en el interior de su propio
diafragma pectoral. Sus viceras estaban alineadas en forma de estrella, no
entendí muy bien; cuando decía que estas tripas, estaban desde el estómago
hasta el recto, al revés. Lo que me imaginé fue que estaban volteadas, así
como queda un calcetín cuando te lo quitas. - Ella tomó una pequeña pausa.-
También decía que las paredes estaban llenas de sangre dibujaban símbolos
satánicos.
Juan estaba sorprendido y decepcionado, no entendía como Alan se prestaría
para ese tipo de cosas.
-¿Quien pasa primero?- Un medico se acercó a ellos.
-Pasará él.- Carla señala a Juan mientras lo anima a levantarse de su
asiento.- No estoy lista, no quiero que me vea así.
Juan se encaminó junto al Medico por un largo pasillo. Estaba lleno de
puertas con pequeñas ventanillas de alta seguridad. Finalmente llegaron a
la habitación donde se encontraba el señor Haefner. Juan se asomó y pudo
verle sentado en un costado de la cama, tenía la mirada perdida en la nada.
-Tienes veinte minutos.- Le dijo al abrir la puerta. - Si necesitas algo o
en caso de que tenga una crisis toca ese botón. No te preocupes, es seguro,
está ligeramente sedado.
Juan se sentó junto a Alan, y le tomó de el hombro.
-Alan, ¿como estas?
-Muy bien, no te preocupes.- La lucidez con él que le habló, le sorprendió
en demasía.- Solo finjo estar loco. La cárcel es un lugar que no quiero
pisar.
-¿Entonces..... tu los asesinaste?
-Yo no dije eso.- Respondió en seguida.- Lo que testifiqué, fue lo que en
realidad pasó.
Juan no sabía que pensar. La locura de Alan, fingía su propia demencia en
una área especifica del comportamiento. Pero Aquellos acontecimientos según
él, eran reales.
-¿En tu testimonio decías que aquellas personas fueron asesinados por el
demonio?
-Así es.- Dijo mirándole directo al alma.- Algo extraño entró por los
cuatro rincones superiores del cuarto, ahí donde las arañas se sienten
cómodas y seguras. Ese algo, que es difícil de describir. Todos estábamos
sentados en la estrella de cinco puntas dibujada en el centro de la
habitación. Yo me encontraba leyendo en voz alta unas palabras que se
encontraban sobre escritas en el libro, junto con unos conjuros de el libro
de los espíritus muertos. Y de repente, comenzamos a advertir que nos
tocaban el cuerpo; unas manos recorrían centímetro a centímetro cada parte
de mi piel. No me sentía asustado ya que habíamos consumido diversas
drogas. Yo suponía que era parte de el juego de la sugestión alucinógena.
El resto de el grupo parecía excitarse, sus ligeros movimientos corporales
los delataban. Y comenzaron a desnudarse, Yo simplemente no paré de leer,
incluso cuando me di cuenta de que ellos no se quitaban la ropa por si
solos. Estando ya semi desnudos, entró otro tipo de entidad, esta parecía
tener tentáculos por todos lados. Olía a acero fundido. Todos comenzaron a
gritar, sus centrañas eran sacadas violentamente. Cuando no les quedaba mas
que lo que les sostenía, con un fuerte tirón, su cabeza sué jalada por su
propia lengua y tráquea hasta el interior de su pecho. El texto había
concluido, para entonces sabía que no era un producto mental. Esa cosa
estaba dispuesta a matarme, sentía como buscaba tomar mi cuello y hacerse
de el libro. A gatas, llegué a la habitación contigua donde se encontraba
un altar católico, ahí bajo la biblia, coloqué ese libro maldito. Y cuando
di la vuelta para enfrentarme con esa negrura, encontré a un policía y a un
grupo de paramédicos entrando al cuarto.
-¿Tan rápido llegaron?
-No.- lo paró en seco.- Lo que pasó es que perdí la noción del tiempo. Para
mi, fueron segundos. Y en realidad pasaron horas, ahí en ese cuarto del
altar.

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El sanatorio
HorrorUn joven estudiante de artes de la comunicacion, pasa de ser un sipmple periodista a un investigador. Su unica mision es descubrir si el crimen fué un acto ritual o si realmente se abrió una puerta al infierno.