capitulo 4 el altar

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La puerta estaba semi abierta, la negrura en su interior no permitía advertir ni el tamaño, ni los objetos en su interior, Con un trapo empujó la puerta ya que estaba completamente cubierta de aquella tinta orgánica. El interior absorbía toda la luz que el celular emitía, parecía que "algo" se tragaba la luz. Prácticamente se tuvo que agachar a hurtadillas para  iluminar los pocos centímetros de duela que tenía al frente. En repetidas ocasiones checo el estado de batería de su smartphone, porque la luz que emitía parecía ser cada vez mas tenue. Comenzó a sudar frío, creía escuchar ruidos provenientes de la sala, donde estaba aun pintada esa estrella satánica. No podía perder mas tiempo, se levantó e impulsado con un miedo, se fue a estrellar en el altar. Su espinilla estaba dolorida, había golpeado con una pequeña mesita donde se encontraba la Santa Biblia. Era un ejemplar antiguo, el tomo era enorme, como de cuarenta centímetros estando abierto; justo un separador de cordel señalaba el salmo 91. Los extraños ruidos no cesaron e incluso se intensificaron, aquello no podía ser un efecto de la sugestión.  Juan estaba completamente seguro que nadie entró detrás de él, ya que cerró la puerta al entrar. Una posibilidad es que la casa no estaba del todo deshabitada. La idea mas positiva y lógica, era que un indigente solo se refugiaba de las frías noches.

-Hola, buenas noches.- Juan sentía que desfallecía.- Aquí estoy.

No obtuvo respuesta, solo escuchaba como las pisadas cuidadosamente se aproximaban a la puerta.

-¿Hola? - Ya su voz estaba titubeante. Aquello fuese lo que fuese, no tenía intención de socializar.

Juan se arrinconó en un pequeño espacio a un lado del altar, esperaba que la negrura lo protegiera de ese loco indigente o de alguna entidad sobrenatural. Hizo lo posible para que su respiración no lo delatara, cualquier sonido por muy tenue que sea, se escuchaba claramente.

La puerta se abrió, ninguna figura le precedió. La escasa luz de la sala, le podría dar cierta ventaja, en caso de que se tratará de un humano. Las pisadas continuaron, un ente invisible se acercaba lentamente. Entró en pánico, sus ojos y boca estaban abiertos desmesuradamente. Él sabía que la adrenalina hacía que la mente entrara en un estado primitivo haciendo que las reacciones corporales fuesen mas eficientes en momentos de peligro, ese no era el caso correcto, estaba ante una cosa intangible, sus reacciones naturales no serían de utilidad para enfrentarse a un ser etéreo. Así que tomó las riendas de su conciencia y comenzó a leer en voz alta aquel salmo. Prácticamente al instante se detuvieron los pasos, pero no dejó la Biblia hasta que terminó por completo el texto. Su boca estaba amarga, la sequedad en su garganta le pedía a gritos un sorbo de agua. comenzó a toser, sentía como la garganta se le cerraba. Para suerte encontró un envase de vidrio empolvado con agua dentro, tenía un letrero que indicaba que era agua bendita. No le importó que el agua estuviera hedionda o muy vieja. El malestar se le quitó en seguida, y regó el resto en su alrededor. Parecía que la negrura se desvanecía, "¿Será que mis ojos se están adaptando?" Se preguntó.

Juan ya podía ver cada detalle de aquél cuarto, aunque casi no entraba luz alguna, le daba la sensación de que amanecía. Ahora podía ver las terribles imágenes pintadas. Los dibujos de la sala, no se comparaban con los aquí interpretados. Esas figuras, casi tenían vida propia. Lo miraban fijamente, teniendo posturas corporales que aterraban. Unos parecían que carecían de huesos en el cuello, su cabeza colgaba de la parte superior del tórax. Otras figuras humanoides  representaban sadismo, Y la mayoría de ellas, daban la sensación de querer acercársele para alcanzarlo. Juan estaba seguro que las figuras no estaban pintadas sobre el altar, dio otra vuelta, y advirtió que estas figuras se movían, pero parecía que se quedaban quietas cuando él las miraba. Le recordó un juego que jugaba de niño, pero esta vez no era nada divertido. Creía que aquellos que estaban a su espalda, saldrían de la pared misma para darle fin. Así que comenzó a girar su cuerpo intentando vanamente en detenerlos. Comenzó a oír susurros a un lado de su hombro izquierdo, se detuvo y tomó su celular para mirar a travéz de el reflejo del display. Era la única opción que le quedaba. Y en el reflejo, encontró un rostro malintencionado.

- ¿Que demonios haces aquí?- Le dijo desde el reflejo un comandante que llevaba aquella investigación.- ¿Como diablos entraste? Y sin esperar respuesta, llamó apoyo policial para que lo llevaran detenido.

Cuando fue llevado a la patrulla, el sol que se levantaba en lo alto lastimó sus pupilas. "¡Era ya más de medio día!" Alan tenía razón, el tiempo ahí transcurría diferente.

-¿Señor Juan Peterson, ? Una voz lo sacó del trance.

- Si, soy yo.

-¿Supongo que está consciente de por que está aquí detenido.

- Así es, -Juan dice consciente de su error.-  Irrumpí propiedad privada e interferí con una investigación.

- Te equivocas. . Hizo una pausa. - Estas aquí detenido por el asesinato de cuatro personas y por el intento de homicidio de Alan Haefner, también se aúnan los daños mentales que le provocaste a causa de drogarlo con sustancias prohibidas y los daños materiales en el inmueble.

- ¡Eso no es cierto! Yo solo estaba haciéndole un favor, me envió a aquel domicilio para recoger una cámara escondida que tendría las pruebas de que él no los había ejecutado. - Juan saca la memoria SD. - Aquí deben estar las pruebas que realmente hay una fuerza sobrenatural en ese siniestro lugar.

El Oficial toma la memoria y se retira por media hora. Juan se quedó esperando solo con sus pensamientos. "¿Que pasará conmigo y con Alan?" Se preguntaba. Aun continuaba en shock. Los escalofríos recorrían su espalda al recordar esas escenas.

-Aquí no hay ningún vídeo. - El oficial le muestra la memoria.- Pero tiene información confidencial de el Sr. Haefner. - Se acerca y le dice en un susurro. - Una prueba mas de que eres tu el culpable.

- Necesito un abogado.

- No te preocupes por eso. Aquí tenemos de los mejores.

- ¿Cuando podré hablar con él?

- En este momento está estudiando tu caso. Él es muy bueno, pero no creo que pueda salvarte. Estas jodido.

- ¿Porque demonios involucraste a Juanito en esto? - Carla, le reclama a su marido.

- Él insistió en ayudarme, Además tiene pruebas que corroboran mi versión.

- Hubieras dejado que los investigadores se encargaran de ello. Ahora lo meterán a la cárcel por tu culpa.

- ¡No! A la cárcel no. - Parecía realmente preocupado.

- ¿Por que te afecta tanto la idea de la cárcel?

- No es un buen lugar para quien ha abierto alguna puerta sensorial.

- ¿A que te refieres?

- No dejes que lo lleven ahí. Paga un soborno, mueve las influencias que puedas, has lo que sea necesario. - Le decía casi en llanto.- Pero que no ponga un pie ahí.

-Juan Peterson, soy el licenciado Adolfo Merida. - Un tipo alto y moreno se presentó. - Soy tu abogado.

- Mucho gusto señor Adolfo, supongo que a estudiado el caso.

- Estas en lo cierto. - Adolfo se frota la barbilla con la palma de su mano y continúa con el protocolo. - Responda sólo si o no. ¿La declaración que has dado........es falsa o contiene información ficticia?

- No.

Adolfo soltó una risita de desesperación por la barrera que tenía que cruzar. - Mira, la tenemos realmente difícil, si no cooperas estarás pisando la cárcel en un par de días. No se encontró sustancia prohibida en tu sangre, no se determinó que estuvieses loco. Así que tenemos que usar otro medio para que salgas impune. Si sigues con pendejadas saldré por la puerta en este momento.

Juan se limitó a mirarlo sin esperanza, nadie creería lo que realmente pasó.

- Mira. - Adolfo levantó un folder y sacó un par de papeles. - Este es el documento de la investigación pericial, tu declaración y tu "supuesta" participación de los hechos con el que se te espera inculpar. Es algo muy grabe, Se encontraron huellas tuyas en una caja fuerte. Tenías en tu poder, una memoria con datos de Haefner. Entraste a la escena del crimen sin complicaciones, seguramente para limpiar tus huellas y alterar los resultados.

- ¡Esas son patrañas! - Juan brincó en un ataque de furia. - Lo que aparece en mi declaración, es lo que pasó.

- Estoy aquí para ayudarte, pero no estas cooperando. - Adolfo guardó los documentos. - Con esa actitud no puedo trabajar, si tienes suerte, alguien querrá tomar tu caso.

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