Ahora eres mía.

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-¿Por qué no permitiste que las sirvientas te tocaran?- El rey está a mi lado, sentado en una pequeña silla de madera pulida, sus hábiles manos acarician mi piel, intentando quitar la suciedad de ella

-No me gusta ser tocada- El rey baja hasta mi pecho y sube hasta mi clavícula. Cierro mis ojos encantada con el tacto del rey. Después de todo. No me molesta ser tocada o ¿eso sólo me pasa con el rey?

-Por qué a mi, si me lo permites?- Su voz sale con un mezcla de, esperanza y diversión.

-No tengo opción- El rey para y en cuestión de segundos ya no siento tu tacto sobre mi piel.

Abro mis ojos y me encuentro a un rey semidesnudo. ¡Se está desvistiendo! Bajo la cabeza avergonzada por ver el torso desnudo del rey. Escucho como su ropa cae al suelo y como camina hacia mi.

-¿Qué haces?- Pregunto desconcertada, cuando veo que entra una pierna a la tina. Mantengo la cabeza gacha, pues, no quiero ver al rey desnudo, no quiero.

-Me bañare.

-¿Y no te molesta, que te vea desnudo?

-Alejandra, nisiquiera me estás mirando.

-Bueno, tú no sabes, lo puedo hacer en cualquier momento- En cuanto la amenaza sale de mis labios, me doy una cachetada mental.

jamás, verás a un hombre desnudo, por tu voluntad.》 Se burla mi subconsciente. El rey suelta una carcajada y yo me hundo más en mi miseria.

-Lo dudo.

-Estás muy seguro de eso- Murmuro, avergonzada.

-Demuestra me lo contrario- ¡Ay no! No puede ser cierto. Eso me pasa por hablar de más.

-O que... ¿Tienes miedo?- ¿Tengo miedo? Pues la verdad es que si, pero no dejaré que un rey arrogante me humille.

-Claro que no- Levanto la cabeza, encontrándo me con la gloriosa desnudez del rey.

Trago grueso y mi cara sufre un colapso al presenciar como el rey, sonríe victorioso. ¿No se supone, que ese sentimiento debería ser mío? Si, pero yo lo único que siento es vergüenza y humillación. ¡Genial! Eso me pasa, por querer ser alguien que no soy.

-¿Á si que eres una pequeña valiente?

El rey, entra el otro pie a la tina y se sienta bajo mi atenta mirada. El estira sus piernas y toca mis pies. Sonríe travieso cuando doy un saltito, por pellizcar mi pierna con los dedos de los pies.  Observo como se hunde en la tina y suelto un suspiro cuando lo veo salir con su pelo lacio azabache hacia atrás. El abre sus enormes ojos azules y los fija en mi.

-¿De quien heredaste tus ojos verdes y cabello rubio?- Su pregunta me desconcierta por completo. ¿Qué es lo que pretende?

-De mi madre.

-¿Cómo era tu madre?- Él se hace hacia adelante y captura mis pies con sus manos, grandes y fuertes. Hala de mi, hacia él y me atrae a su cuerpo mojado. Nuestros pechos chocan y yo me jorobo avergonzada.

-¿Y bien?- Insiste.

-Bueno, ella era hermosa. Tenía el pelo largo. Más abajo de las caderas.

-Como los tuyos- Me interrumpe.

-Si, pero los de ella tenían unos rizos hermosos, le encantaba hacerse trenzas, decía que se veía mejor, aunque yo no lo creía así. Tenía mis ojos, pero yo juraba que los de ella eran más hermosos.

-¿Por qué?- El rey me da la vuelta, y yo quedó entre sus piernas, mi espalda contra su pecho.

-¿Por qué, qué?

El trato.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora