Capítulo 4: me gustas

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Love can be frightening for sure.

All I know at the end of the day
is you want what you want
and you say what you say,
and you'll follow your heart
even though it'll break sometimes.

All I know at the end of the day
is love who you love,
there ain't no other way.

México, noviembre 2006

—En serio, la casa nueva de tus padres está increíble.  —dije admirando el salón central, donde el color blanco abundaba cada pared y el piso de mármol brillaba como si fuese recién pulido. Había unas escaleras que deslumbraban de lo anchas que eran, con barandales que parecían interminables y una alfombra opaca de estampado floral. Todas las puertas eran altísimas, quizás, eran del triple de mi altura y los estantes de vidrio que decoraban los costados de estas, traían consigo figuras talladas en oro— ¿Tu papá es político, dices?

Vi a Aristóteles con facciones serias pero su cara cambio velozmente a una sonrisa con los labios sellados mientras tragaba saliva, pues vi como se movía su manzana de Adán.

—Sí. No es el trabajo más fácil pero, pero... —Tartamudeó y alcé una ceja dándole a entender que debía terminar la oración—: es lo que nos ha traído hasta acá.  —Extendió sus brazos en un intento de señalar todo el perfecto espacio que nos rodeaba.

Los ojos de Aristóteles se ponían chinos al sonreír, pero aun eran lo suficientemente visibles como para notar el brillo que resplandecía a través de ellos. Se apreciaba el orgullo que sentía por sus padres. Seguro yo me veía bobo mirando tan enternecidamente como él estaba hipnotizado en su propio hogar.

Y solo pude pensar en que, nunca antes había conocido a alguien tan agradecido. Aristóteles era demasiado dulce; en él, encontrabas el más puro concepto de autenticidad. Era la clase de niño que no iba a buscar peros pero que siempre querría un por qué. Él admiraba enormemente a su familia, se sentía orgulloso de hablar sobre sus raíces y no temía nunca en ser el primero en hacer un comentario.

Aún con eso, yo sabía que habían cosas que en el fondo guardaba. E intentaba darle tiempo para que confiara plenamente en mí. Yo sabía que era difícil no teniendo la misma nacionalidad, ni la misma cultura o la misma religión. Incluso, ni siquiera acostumbrábamos a desayunar lo mismo. 

Quizás éramos polos opuestos pero nuestras mentes se entendían tan bien que algunas veces sentía que las palabras estaban de más, y como ahora: quedaba perplejo ante su hermosura.

Nunca antes había visto a un niño con estos ojos. No me había preocupado en detallar si alguien era bonito o no, ni me había sentido especial porque otro chico me considerara su amigo. Pero con Aristóteles, cada acción era valorada por mí.

Disenchanted | Aristemo  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora