Capítulo 8: hubiera

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You're part of my entity, here for infinity.
When the world has took its part,
when the world has dealt its cards,
if the hand is hard, together we'll mend your heart.




México, septiembre de 2008

—A ver, Temo, ¿no es nada complicado o necesitas que te lo vuelva a explicar? —Mateo Symanski mantenía una ceja alzada y su semblante serio no parecía de fiar. No sé cuáles eran sus intenciones en sí, pero no parecía ser un tipo de tratos justos. En este momento comenzaba a intimidarme, ¿en serio Diego podía tener un novio así?—: mira, sé que iniciamos con el pie que no era, pero, existen las segundas oportunidades y creo que ambos las merecemos. 

—¿Por qué, Mateo, qué quieres? —Pregunté aún sabiendo que su respuesta no iba a creérmela del todo.

—Créeme que quiero cualquier cosa excepto lo que estás pensando. —Reí sin planearlo como si espontáneamente mi cuerpo estuviera rechazando su intento de disculpas— Yo no quiero quitarte nada si eso piensas, Cuauhtémoc.

—¿Entonces qué? ¿Cuál es el truco, ah? ¿Hacer de niño lindo y luego provocar caos?

—Temo, yo...-

—No sé quién eres, de dónde vienes o por qué razón estás obsesionado con ser mi amigo. Pero, por favor, si esto es un plan o algo así, déjalo. Y si esto es por Diego, de verdad, no creo que él necesite que seamos cercanos.

Miré como su camisa de vestir estaba perfectamente planchada, como su corbata combinaba a la perfección y su cabello estaba peinado tan simétricamente que, ¿en serio iba a confiar en un chico así?

—Sé que te costará entenderlo un poco porque, bueno... —Rascó su nuca, como si de repente sus palabras ya no salieran. Señor arrogancia ahora parecía inseguridad y comencé a prestarle más atención cuando ví que tartamudeaba—: tú y yo... tú y yo somos iguales, ¿sí?

Arrugué la cara sin saber a qué se referencia o qué pretendía decir. ¿Iguales en qué? Symanski era soberbio y engreído, pensaba que por vestir ropa de marca era más genial de los demás y todo el tiempo, estaba tratando de impresionar a quienes lo rodeaban como si atención fuera lo único que quisiera. Si tuviera que describirlo en una palabra, diría: patético.

—Mira, yo quiero ese puesto tanto como tú.

—Ah, ¿entonces sí vas a quitarme algo, no? Claro, como Cuauhtémoc puede pagarse la universidad que quiera si le dice a papi, no importa quitarle un puesto a él, ¿no? —Dije rápidamente, yo no solía contestar así pero era parte de mi «mecanismo de defensa evita patanes» como él.

—No, Temo. Hablo de que conseguí la forma de que tú y yo ganemos, ¿te lo vuelvo a explicar? —Repitió y vio el reloj de plata en su muñeca—: no te quitaré más de tres minutos.

—Adelante.

Dejé que hablara y escuché con detenimiento cada una de sus palabras, no tanto porque me interesara, sino, porque estaba intentando escanear más allá de sus facciones para saber si mentía. Yo ya no quería ser engañado por nadie, lo detestaba. Y nadie iba a volver a mirarme con ojos de lástima, dolor o pena.

Pero a medida que lo escuchaba, entendí a qué se refería con que éramos iguales. A fin de cuentas no era tan patán, compartíamos una meta en común y ningún chico que tuviera sueños así podía ser tan imbécil.

Disenchanted | Aristemo  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora