Te quiero siempre aquí
donde la lluvia triste no está
sino la calma de las olas
de mi mar isleño.
En cada amanecer,
en cada instante del día,
te vivo de forma intensa...
y me siento feliz,
por tu aliento fresco,
por tus cálidos besos.
La luz en el horizonte vuela ya
en el atardecer dormido,
y con el revolotear
de pájaros musicales
escucho tu sinfonía de verano
llena de misterio y encanto,
de arrorró y ensueño eterno.
¡Dame tu mano y ven conmigo!
¡cojamos conchas en la playa!
¡hagamos un camino de arena infinito
de sonrisas azules,
de huellas abrazadas!