III

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La torre estaba totalmente oscura. La luz de la luna era lo único que lograba atravesar los ventanales de cristal de la enorme construcción. Steve subió varios pisos por las escaleras de emergencia, ya que el elevador no funcionaba por la falta de energía. Sus pasos resonaban recordandole lo sólo que estaba mientras intentaba subir rapido.

No entendía qué pasaba, por qué Tony quería verlo, pero sí era Tony él iría a donde fuera, más contando que sólo se habían podido ver en la fiesta y casi no habían tenido tiempo de hablar por todo el alboroto, y su desaparición temprana. Por supuesto, habían tenido un acercamiento muy bueno durante esa canción, pero no había nada que se igualara a hablar con su pareja sobre cualquier tontería como si fuera lo más importante.

Después de cinco minutos llega al primer piso personal de Tony, donde estaba la sala de estar y donde el castaño le había indicado que subiera y aguardara por él. Esperaba una especie de venganza por el hecho de haber llegado tarde, como que esta vez el mecánico lo hiciera esperar a él una hora.

La luna se veía tan cerca desde ese piso. Tal vez era luna llena, y eso le agradaba, aunque ya no era un hombre lobo que sucumbia a esos instintos y se transformaba, le producía una extraña sensación de fortaleza y seguridad.

La luz repentina de una linterna le dio directamente en los ojos, cegandolo y dejándolo con pequeñas sombras verdes y rojas en su visión mientras parpadeaba rápidamente.

―¿No puedes ver? Creí que los lobos tenían buena vista ― la voz de Tony se escucha. Steve entendió que era él quién sostenía la linterna. No sonaba enojado ni nada por el estilo, pero el rubio sabia que se traía algo entre mano ―. Al menos deberías poder distinguirme, ¿no es así? ―. Pregunta haciendo que sus zapatos suenen sobre el piso, generando fricción.

―Ya no soy un hombre lobo ― contesta al poner su mano frente a sus ojos tratando de impedir le paso de la luz.

―Que lastima. Y yo que tenía planes para ese hombre lobo en esta luna llena ― así confirma todo lo que él ya había pensado antes, de una forma muy extraña y exacta para ser una coincidencia. El genio parecía más coqueto y seguro en ese momento mientas Steve deseaba recuperar la visión. Los pasos de Tony lo acercaron a su novio.

―¿Qué clase de planes? ¿Aquellos que destruyen el mundo? ― cuestiona con sarcasmo, sin tener la menor idea. La linterna estaba casi sobre sus ojos. Estuvo a punto de quejarse cuando sintió que su mano libre era llevaba por la del contrario a su cintura, sintiendo la piel suave que ya conocía con antelación.

―Nope. Aquellos que destruyen caderas ― la linterna se apagó. Después de unos segundos el sonido metálico de aquel aparato golpeando el suelo anunció la vuelta de la visión de Steve.

Alumbrado por la luz del reactor, Tony sonreía como nunca antes. Excitado, ansioso, impaciente y hambriento. El soldado bajó lentamente la vista. Un traje de animadora le era modelado, uno que él ya había visto.

―Creí que esta clase de plan te agradaría más ― comenta con voz cínica mientras se lame los labios por instinto.

Era el mismo traje que lo obligaron a usar el día del cumpleaños del rubio, la diferencia era que ahora lo vestía por gustó y con fines más perversos, lo diferente era que ahora estaban juntos y sus pensamientos ya no eran simples deseos, eran hechos.

―¿Qué estás haciendo...? ― no había más que decir sobre Steve, estaba petrificado y podría desmayarse en cualquier momento. Igual que ese día quedó absorto por la escasa cantidad de ropa y lo bien que le podía quedar al castaño sin parecer femenino o delicado. Conservaba cada rasgo de su masculinidad y lo lucía con suficiente virilidad para sacar de quicio al contrario.

28 - 12Donde viven las historias. Descúbrelo ahora