Capítulo IX: No volverá a pasar

3.4K 225 43
                                    

No logré reconciliarme con el sueño durante la noche porque, si bien mi cuerpo se mantuvo inmóvil esperando no molestar a Maca, mi mente permaneció turbada. Fue precisamente mi estado de ánimo lo que me hizo levantar de la cama muy temprano y salir de mi casa a tomar aire fresco en cualquier otro espacio donde no me sintiera próxima a Macarena.

Por supuesto, era de esperarse que nada me iba a permitir lo que ansiosamente buscaba, porque estoy segura que aunque hubiese podido tomar una astronave hacia Marte o Júpiter seguiría sintiéndola muy dentro de mi cuerpo.

Tomé las llaves de mi auto y salí a toda prisa sin importar qué, y mientras iba manejando sin rumbo fijo continué reprochándome, una y otra vez, lo que había hecho, ese beso que duró menos que la más rápida puesta de Sol todavía me tenía alterada, triste, perturbada. ¿Por qué lo hice? ¿por qué no pude evitar besarla? ¿acaso este personaje de Juliana Valdés se estaba apoderando de la poca cordura y compostura que guardaba? Tenía mucho miedo al pensar en mi relación con Gonzalo, que a propósito, estábamos retomando hace pocas semanas luego de una ruptura que duró varios meses.

Yo amaba a Gonzalo con todo mi corazón a pesar de sus molestias reiterativas y su actitud egoísta que se hacía presente en múltiples ocasiones. Ya llevábamos mucho tiempo juntos compartiendo épocas duras y agradables, no había duda que mi ilusión era llegar al altar con él, por esa razón me sentía indudablemente perturbada, porque de alguna manera lo había engañado, y conociéndolo como lo conozco, estoy segura que él hubiese preferido que le diera un beso a un hombre.

A la par de todo lo que daba vueltas en mi cabeza, las calles iban pasando una tras otra hasta que decidí detenerme en un café que identifiqué en una esquina por donde transitaba, tal vez necesitaba un lugar tranquilo y presentí que allí podría encontrar el sosiego que había extraviado desde la noche pasada, pero no tuve que esperar mucho, después de pedir un capuchino, para experimentar una pulsada desenfrenada que me hizo regresar a la misma condición de hace unos minutos.

Mi celular sonó y al fijarme me di cuenta que era Macarena. No abrí el chat, no tenía fuerzas para hablarle, no tenía respuestas a sus posibles preguntas, no tenía el valor para su probable reclamo, no tenía agallas para soportar su partida de mi vida, porque no sabía lo que estaba pensando después de mi imprudencia. Hay momentos donde todo parece irse al vacío, las vueltas de la vida son tan indescifrables porque hace apenas unos meses atrás yo no tenía idea sobre quién era la chica de ojos azules que venía de la Argentina, y en aquel momento su existencia rebosaba la mía.

Precisamente esa mujer que ahora hacía parte de mi cotidianidad siguió insistiendo en contactarme. Mientras estuve en el café Macarena me escribió una vez más, y pocos minutos después a mi celular le entró una llamada que me provocó auténtico pavor de sólo pensar que se podía tratar de ella.

Revisé, por encima, y me di cuenta que no era nadie más que Gonzalo. Cerré los ojos por un instante que me pareció eterno, y me encargué de llenar mis pulmones del suficiente aire para no sentir, como si pudiera ser posible, que el pánico me consumiera en aquella llamada.

—¿Aló? Fue lo único que escapó de mi garganta. Lo único seguro en ese momento.

—¿Por qué me contestas así si sabes que soy yo? —su voz pesada inundó el auricular de inmediato y me apresuré en guardar la calma.

Gonzi, es una respuesta normal. No te molestes por todo, amor.

—¿Dónde estás? Llamé al fijo de tu casa y la empleada me dijo que habías salido desde muy temprano. —Me informó, en el mismo tono insensible que solía utilizar cuando la impaciencia lo asechaba.

It was real: A love storyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora