Capítulo 9 - Hay un donante.

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"Tienes que guardar reposo absoluto" le había dicho esa rubia con su mejor pose de doctora mandona, con esa suave mueca que se instalaba en su rostro cada vez que algún paciente testarudo no quería hacerle caso, con el entrecejo fruncido, el labio inferior atrapado entre los dientes y la nariz levemente arrugada, una ternura; si no temiera por su vida cada vez que esa cara aparecía en ella, y si no fuera por ese miedo, ella estaría ahora mismo sacando el trasero de su cama e iría comprar el ramo de rosas más hermosos que su dinero pudiera pagar para ir hasta su propia oficina a dejárselo.

—¿Por qué tienes cara de boba mamá? — El pequeño le miraba con aires curiosos mientras se aferraba a los pies de la cama.

—¡¿Me acabas de decir boba?! — Reprendió en jocoso la castaña. — Eso es una falta de respeto hacia tu madre.

Él escaló a la cama y se acurrucó sobre el pecho de su madre. — No estoy diciendo nada que sea falso. — Se defendió. — Tienes cara de boba.

—La misma que tienes tu cuando miras a Elisa, tu compañerita de curso.

—¡Eso es mentira!

—¡Es verdad, yo te he visto! — Puntuó ella mientras le hacía cosquillas en su barriguita. — Pones cara de bobo mientras lo miras.

El pequeño intentaba cubrirse el rostro, estaba completamente sonrojado. — ¡Esa es la cara que pones tú cuando ves a doctora de ojos lindos!

Natalia le miró sorprendida, ese pequeño renacuajo había sacado su insolencia innata y había dejado a la muchacha completamente sorprendida, quizás porque ni ella misma encontraba la madurez necesaria como para reprenderlo como es debido, sobre todo porque su hijo se destacaba por ser el más educado de su curso y ese tipo de libertades solo se las tomaba en la intimidad de su hogar.

—Quiero volver al hospital. — Dijo al rememorar esa carita mandona que le encantaba.

El pequeño hizo una mueca de disgusto. — Pues yo no quiero que vuelvas a estar ahí nunca más.

—¿Sabes qué tendré que volver algún día?

—¿Cuándo te den un corazón nuevo?

—Si encontramos uno, sí.

El niño se aferró a ella como si de verdad estuviera muriendo. — Si te lo dan ¿Te pondrás buena?

—Si, me pondré buena. — En ese momento, esos hermosos ojos azules se atravesaron en su mente, y por un instante, se sintió llena de vida, llena de energía. — Pero quizás hay una manera que me ponga buena mucho más rápido.

—¿Cómo mamá? — Preguntó curioso. — ¿Eso es posible?

—Si, pero tengo que ir al hospital.

El pequeño se espantó, creyendo que el corazón de su mamá estaba mal, es por eso por lo que llevó su manita al pecho de ella. — ¿Estás bien mamá? ¿Te duele algo?

—No, pero quiero ver a alguien.

—¿A quién?

—No seas curioso, ahora coge mi celular y llama a tu tía Makis.

Como si de una danza se tratase, ambos comenzaron a moverse, aunque Natalia lo hacía con más cautela que el pequeño, quien a estas alturas parecía una pequeña liebre que saltaba de un lado para otro, arreglando el bolso de su madre, tomando el dinero, las llaves del carro, llamando al chofer que los llevaría a donde ellos quisieran porque desde su estadía en el hospital que cierta rubia le había prohibido estrictamente manejar. Makis fue recogida a medio camino, porque últimamente, Natalia no hacía nada sin que la pequeña estuviera ahí para sostener su mano.

El Universo Se Hizo Para Tus Ojos - (Ventino) [Nalga]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora