ocho años y una pérdida.

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Solía ir a pasear desde muy pequeña al campo que cuidaban mis abuelos, me encantaba estar ahí.
Cuando divago en mis recuerdos casi siempre llego a esos momentos en los que pareciera que todavia siento la brisa fresca reposando en mi rostro, imagino que sigo sintiendo el olor y la sensación de un cosquilleo en mis manos al apoyarlas en el verde pasto. Todavía huelo la tierra mojada de los días de lluvia, ese aroma tan particular y hermoso.
Me visualizo entre las plantas quedándome sin aliento por las carreras en ese espacioso sitio. En ese humilde y tranquilo lugar podría asegurar que pase los mejores años de mi niñez, recuerdo que no quería regresar nunca a casa, y que amaba cocinar con mi abuela, la creía algo así como master chef.
Pero mi abuelo con el que pasaba cada viaje de ida y vuelta a mi hogar, era mi favorito. Antes de salir nos deteníamos solo para comprar chupetines de limón y turrones. Íbamos hablando todo el camino. Como explicar el cariño que tenia a ese hombre y lo mucho que disfrutaba los viajes que hacíamos siempre. Salíamos de la ciudad de Ramallo, pasábamos Villa pero nos íbamos deteniendo al llegar a la garita de colectivo mucho antes de llegar a la  ciudad de San Nicolás, desde esa garita se podía distinguir un pino verde y la mitad de otro avasallando en la entrada de esa casa, quien iba a pensar que un rayo caería sobre él para dejarlo mucho mas pelado que su hermano a tan corta edad, aunque a su manera era un pino hermoso diferente a todos, distintos a cualquiera que se pudiera distinguir desde el camino de la ruta hasta llegar a destino.

Un día mi abuelo llego a buscarme a casa, pero yo no me encontraba, estaba en  la casa de una amiga, todavía sigo teniendo la imagen de mi primo golpeando las manos afuera de su casa buscándome, pero como yo no tenia idea de que lo habían enviado mis padres, me negué a salir porque el día anterior había tenido una pelea con él y no quería verlo.
Cuando llegue a casa, mi madre me reto y mi padre me bofeteo, diciéndome que mi abuelo había ido a visitarme y yo no estaba para recibirlo, que no eran horas de volver a casa y un montón de cosas más en el momento me sentí de lo mas culpable, pero nunca pensé que podría llegar a sentirme peor.
Pasada las semana mi madre me despierta por la mañana, yo convencida de que tenia que ir a a escuela le dije que enseguida me levantaba. En ese momento mí madre tomo aire y me dijo que no iría a la colegio, obviamente asombrada pregunte ¿por qué? Y mencione que tenia un examen, mi madre nerviosa me dijo:
:_  ¡ No vas a ir hoy!...Porque…falleció tu abuelo…el abuelo del campo susurro.
Las lagrimas comenzaron a caer, rompí en llanto y le eche la culpa a dios de todo lo que estaba pasando, no entendía porque me hacia esto a mí, ya que se llevaba a una de las personas que más amaba consigo cuando yo todavía la necesitaba.
Quise ir a su velorio pero mi madre no me dejo, creía que era algo muy feo para una niña de ocho años, ella prefería que yo me quedase con los recuerdos de él en vida, y no con las memorias de un muerto en un cajón.
De repente escuche que la puerta se abrió, y vi entrar a mi padre con los ojos hinchado de tanto llorar, me miro y pude notar que nunca había visto tanta tristeza en una persona.
Mientras que los días pasaban, decidí ir a la escuela. Mi maestra preocupada me pregunto por que había faltado, yo le fui sincera y le respondí… todos quedaron fríos, helados, pero juro por mi vida que no derrame ni una sola lagrima, porque habia que ser fuerte, como decia mi abuelo… que si hay malestar que no se note mija.

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