honneur brûlant

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Ataron mis manos y pies a un pilar de madera que se hallaba sobre un montón de leña.

Mire a los ojos de mi verdugo en signo de orgullo, no vi nada, sólo una cara dura sosteniendo una antorcha, aquella que iluminaba los pasillos del castillo por la noche, ahora, sería su fuego el que me consumiría.

Mi verdugo paseó al rededor de la hoguera a mis pies, mientras encendía los pedazos de leña más lejanos a mí con su antorcha, mientras iba predicando mierdas sobre mi traición.

El fuego consumía la leña con rapidez, a los pocos minutos ya sentía el calor sofocante y mis pies quemaban.

Todo pasaba muy lento pero las llamas iban muy rápido, me dejó de importar que todos me vieran, es por mi honor.

Las llamas cada vez eran más grandes y sentía a la perfección como quemaban mi ropa y próximamente mi piel, reduciéndola a nada.

El fuego ya me habían cubierto por completo, el olor a piel quemada junto con el dolor que me provocaba era insoportable, y aún así no podía hacer nada, yo gritaba de dolor y nada pasaba.

Mi carne se cocinaba bajo el intenso ardor, ¿Qué quedaría de mí? ¿Sólo cenizas o tal vez mis huesos?

Todo esos pensamientos se esfumaron cuando sentí como mis ojos se hervían en mi sangre, el dolor tan intenso que consumía mi ser era espantoso.

En algún momento me desmayé del dolor, pero mi cuerpo siguió ardiendo, mi corazón paró y el nunca se apagó hasta el amanecer. Fue una gran fogata la de esa noche.

Todos observaron como el fuego, que algunos consideraban dios, se llevaba mi Alma y mi cuerpo, dejando su marca en forma de cenizas.

Que de alguna forma también era mi marca.

Ya que ahora soy parte del Dios del fuego.

Sweet DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora