Ombra lunare.

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¿Quién te crees que eres?

Me diste un beso y no soltaste mi mano.

Te reíste y halagaste al cielo, este en agradecimiento le puso tu nombre a las nubes.

El viento hacía que se movieran las hojas de los árboles, en su sombra estaba la luna.

Sólo tú lo notaste.

¿De dónde saliste? ¿De un poema de romance del siglo XVIII?

Fué hasta insultante cómo me llamaste hermosa luego de mirarme sin disimulo por minutos.

Lastima no soy el cielo para poner tu nombre en las nubes pero parece que una sonrisa te bastó.

Casi me dió tristeza cómo tu mirada colorida se perdía en el negro de la mía, ojalá, sólo ojalá, llegues a usar bastón con esa imagen y siga teniendo gusto a fresa y sombras en forma de luna.

A pesar de que para mí, ya sabe a un agridulce jamás.

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