- Por favor, es tu hija. Tómala- decía una mujer de cabellos castaños y ojos verdes a un hombre de pelo rojizo.
Ella temblaba y tosía violentamente, y sus ojos vidriosos eran una clara prueba de que su final no estaba lejos. El hombre observó con tristeza y compasión sus hermosos rasgos, ahora transformados casi por completo debido a la avanzada enfermedad que la carcomía sin piedad: tuberculosis.
- Pero Misami, yo tengo una esposa que está esperando un hijo mío. ¡Esta pequeña ni siquiera lleva mi apellido!- rebatió el hombre, aunque sus ojos mostraron ternura al posarse sobre una cesta de mimbre en la cual reposaba una linda niña de poco más de un año de edad.
- ¡Pero Kanade lleva tu sangre!- se exaltó la mujer mientras trataba de incorporarse del lecho, antes de volver a caer en este víctima de un agudo dolor en el pecho que acabó de mermar sus escasas fuerzas- No le di tu apellido...porque lo nuestro fue un error- balbuceó débilmente.
El hombre bajó la cabeza avergonzado, para luego tomar a la pequeña en brazos.
- Puedes estar tranquila, Misami- dijo- Cuidaré de ella.
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El joven hombre continuó su camino hacia Kyoto. Sabía que era su deber, aunque no fuese su deseo. Su apariencia frágil y estilizada, su cuerpo pequeño y delgado, daban una falsa impresión acerca de aquel joven de cabellos más rojos que los preciosos rubíes, ojos violeta como el cielo a medianoche, una cicatriz en forma de X sobre su mejilla izquierda y vestimenta sencilla, en la que resaltaba una espada muy singular que llevaba en el costado. A su lado, una chica de cabello negro peinado en una fina y larga trenza con dos mechones que enmarcaban su rostro, ojos de color azul índigo y delgada figura lo contemplaba con curiosidad.
- Oye, Himura, antes has dicho que tenías a alguien a quien acudir en Kyoto- mencionó ella.
- Así es, Misao-dono- afirmó él, su voz era muy suave.
- ¿Y, quién es?- cuestionó Misao curiosa.
- Mi hermana mayor- fue la respuesta.
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- ¡Por favor, dejen vivir a los niños!- suplicaba angustiada una joven, interponiéndose en el camino de un hombre armado con una espada, antes de emitir un grito desgarrador al ser atravesada con ella.
A su alrededor, solo había sangre, cadáveres y hombres con katanas ensangrentadas. Un pequeño niño de cabellos carmesí trató de hacer frente a los bandidos que habían atacado a la caravana en la que iban como esclavos; una niña de unos nueve años salió tras él, queriendo protegerlo.
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La hermana de Kenshin [Rurouni Kenshin Fanfic]
FanfictionKenshin Himura, el mejor espadachín de la Revolución de Kyoto y quien fuera reconocido como el más grandioso hitokiri, tenía un amplio pasado tras él. En él, entre otras cosas, estaba su querida hermana mayor, a quien nadie conocía como tal... Esta...