Capítulo III: Shishuo

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- Deja de moverte tanto, Kenshin- ordenó Kanade con evidente irritación, tratando de trazar las líneas más perfectas posibles en su lienzo, las cuales correspondían a la flamante cabellera de su hermano- ¡Aggh, es difícil!

Kanade se halaba los pelos con exasperación; en tanto el pelirrojo, sentado en una silla frente a ella, tenía una pueril sonrisa en sus labios y jugueteaba con sus dedos como un niño pequeño.

- ¡Maldita sea, quédate quieto!- explotó La rosa de Kyoto, mandándole un manotazo de campeonato a su "desesperante" hermano menor.

- ¡¿¡OROOOOOO!?!- exclamó Kenshin al ser aturdido por el golpe que casi le aplasta la cabeza.

Kanade suspiró pesadamente y continuó moviendo el fino pincel sobre el lienzo, sosteniendo la paleta de acuarelas en su mano izquierda. A pesar de ser muy habilidosa con las artes, se le estaba haciendo complicado retratar al pelirrojo de ojos violeta.

- Nee-san, necesito que me lleves con el maestro- replicó Kenshin seriamente, una vez se hubo recuperado del efecto del golpe- Sabes dónde está, ¿cierto?

Kanade interrumpió su labor y bajó la cabeza con una mirada sombría, sustrayendo su rostro tras los mechones avellana de su cabello que caían sobre su frente.

- No quiero verle la cara- dijo en voz baja.

- Vaya, vaya, veo que nada ha cambiado por aquí. Siguen peleándose como siempre- comentó Kenshin con ligereza.

- Ya no es tan simple como antes, Kenshin- dijo Kanade a media voz, con sus puños apretados sobre su regazo temblando ligeramente- Hiko... Él... Solo piensa en sí mismo. No le interesan para nada mis sentimientos.

- Ambos sabemos que eso no es cierto- dijo Kenshin, acercándose a ella y colocándole una mano sobre el hombro derecho- Los hombres somos malos para expresar nuestros sentimientos, en especial alguien como Seijūro Hiko, pero eso no significa que no estén allí. Él se preocupa por ti, siempre lo ha hecho.

- Bien, te llevaré con él después de almorzar- se convenció Kanade, brindándole una sonrisa franca a su hermano.

Cuando Kenshin salió del estudio de arte de Kanade, vio a una jovencita que traía una gran cesta de ropa; la pobre tuvo un violento ataque de tos que la hubiese hecho tirar la cesta, de no ser porque Kenshin la atajó en un movimiento ágil antes de que cayese al suelo.

- ¿Se encuentra bien, señorita?- preguntó amablemente el joven de ojos violeta, frotándole la espalda para aliviar el dolor producido por la tos- No debería estar trabajando. Yo me encargaré de lavar la ropa.

- ¡De ninguna manera, Himura-san!- exclamó la joven casi alarmada- Usted es un invitado; además, Kanade-sama me paga por esto...

- Llámame Kenshin solamente- repuso con humildad el pelirrojo- Señorita...

- Himori, mi nombre es Himori- se presentó ella.

- Himori-dono, tiene usted una leve pulmonía, y si no hace reposo, podría complicarse- explicó el joven samurái- Déjeme lavar la ropa, estoy acostumbrado a hacerlo.

Tras decirle estas palabras, el pelirrojo le ofreció una dulce y gentil sonrisa que la hizo sonrojar y casi la derrite.

"Es muy guapo y amable, sería un esposo perfecto", pensó mientras Kenshin tomaba la cesta de ropa y la llevaba al patio, en donde sacó una pieza y se dedicó a refregarla en un barreño preparado al efecto.

La hermana de Kenshin [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora