Capítulo II: La rosa de Kyoto

328 25 18
                                    

- Mi hermana, Kanade Toriyama, más conocida como La rosa de Kyoto- continuó diciendo Kenshin mientras se acercaba a ella.

- Hermanito...- musitó ella enternecida, yendo hacia él con un brillo de emoción en los ojos.

- Kanade-nee-san- murmuró a su vez Kenshin con una sonrisa tierna.

Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, la mujer de ojos verdes le asestó una patada en la cara al pelirrojo que lo estampó contra la pared que había tras él.

- ¿¡Oro!? ¿¡Y eso por qué ha sido, nee-san!?- protestó Kenshin, levantándose y frotándose el rostro con una mueca de dolor.

- ¡¡Imbécil!! ¿¡Desapareces sin dar noticias durante diez años y luego te apareces aquí como si nada!? ¿¡Cómo crees que me he sentido yo todo ese tiempo!?- espetó Kanade, con sus hermosas facciones transformadas por la ira y la indignación.

- Comprendo- asintió el joven de ojos violeta, de nuevo mostrando esa sonrisa dulce y comprensiva que lo caracterizaba- Lo siento mucho, Kanade. He sido muy egoísta al aparecer aquí sin tener en cuenta tus sentimientos. Y...- puso cara de inocente- ¿Cuánto durará tu enojo?

- Cinco minutos- contestó Kanade, tratando de fingir molestia pero sin lograrlo- Ven, te llevaré a mi casa- agregó, comenzando a caminar y saliendo de allí.

- ¿Este restaurante es tuyo?- preguntó Kenshin mientras la seguía.

- Así es, y también tengo una escuela de kendo- dijo orgullosa la mujer de cabello avellana, descorriendo la puerta de una gran casa que le pertenecía; su interior estaba decorado con finos tapices de las más costosas telas y todo tipo de adornos de porcelana china y japonesa- He hecho buen dinero pintando y vendiendo retratos.

- Vaya, eres una mujer rica, nee-san- afirmó Kenshin impresionado, sin apartar sus ojos de la mansión señorial.

Unas horas más tarde, tras haber descansado del largo viaje, a Kenshin le dio curiosidad ver el dojo de su hermana. Esto le traía recuerdos, además, de cierta jovencita de cabellos negros a la que extrañaba con toda su alma. Sin embargo, al acercarse, vio algo muy raro: un hombre mal encarado y barbudo esparcía un líquido por los alrededores del dojo, el cual, por el olor, debía de ser combustible; otro tipo, parecido físicamente al anterior, trataba de encender un fósforo. Sin perder el tiempo, Kenshin usó su velocidad divina para apagar la cerilla y golpeó al hombre en la frente con la guarda de su sakabāto, dejándolo inconsciente.

- ¿Q... Quién demonios eres tú?- preguntó asustado el otro hombre, soltando el bidón de combustible.

- ¿Por qué querían quemar este dojo?- cuestionó Kenshin con su expresión seria.

- ¿Y a ti qué te importa?- rebatió el hombre, encimándosele tras haber desenfundado su espada.

Kenshin no se movió. Ni tan siquiera se dignó a mirarlo. Con la rapidez del rayo, en cuanto sintió el aire sobre él siendo cortado por la espada de su enemigo, desenfundó la sakabāto en un movimiento perfecto.

- Hiten Mitsurugi-ryū ¡Ryū Shōu-sēn!- exclamó al tiempo que ejecutaba su técnica, agarrando la sakabāto con ambas manos y tomando impulso.

El hombre voló por los aires, perdiendo su espada en el proceso, debido a la fuerza sobrehumana del golpe asestado por Kenshin. Luego, el pelirrojo arrastró a los maltrechos malhechores donde su hermana mayor.

- ¿Y esto, Kenshin?- preguntó Kanada extrañada, alzando una ceja al verlos.

- Estos hombres intentaban quemar tu dojo- explicó brevemente el joven ex hitokiri, manteniendo bien agarrados a los dos sujetos con sus blancas manos, delgadas pero fuertes.

La hermana de Kenshin [Rurouni Kenshin Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora