Un minuto de silencio.

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Grité. Grité hasta no poder más. La habitación se hacia cada vez más pequeña, la luz se borraba y el dolor era cada vez más intenso. Golpeaba con fuerza mi cuello. Mi garganta ya no aguantaba. Mis ojos se secaron. No podia escuchar nada, todo fue silencio total. Sentí frío. Mi nariz sangraba. El vómito salia de mi de una manera inevitable. La sangre era cada vez más. Ya no sentía nada, ni el más mínimo golpe. Poco a poco perdia la respiración. Me tambaleaba. Todo se tornaba borroso. Y llego un punto en donde mis piernas ya no me podían más.

Caí. Definitivamente caí.

Lo único que recuerdo fue una neblina negra alrededor mio. Desperté de nuevo en el hospital. Mis brazos estaban vendados y me costaba respirar. Podía ver a los demás pacientes temblar. Sentían miedo al verme... Lo sentí... Llegó mi padrino a preguntarme mi estado de salud. Me abrazó, y me dio un beso tierno en la mejilla.

Minutos después se marchó.

Entonces llegó mi padre. Furioso, me dijo.

-Nunca pensé que llegarías a este punto. Eres débil, como tu madre. Te desesperas fácilmente hasta autolesionarte la garganta. Pero sabes que seguirás viva..  - Dijo decepcionado, inmediatamente recibio una llamada y se fue.

Nadie tenía idea de porqué lo hice. Nadie tenía idea de porqué estaba aqui. Nadie tenía idea de porqué no fallecí. Nadie sabía nada. A nadie le interesaba. A nadie le pareció triste. A nadie.

Eso quize demostrarle a mi padre. Que no tiene a nadie. La hipocresía es cada vez más grande y el estaba cegado.

Nadie pregunta que te sucede, y si no les contestas les valdrá. Nadie te dará un abrazo sincero, y si lo hacen es para no verse mal. Nadie limpiara tus lagrimas, y si lo hace alguien, serás tú.

Dansons dans les limbesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora