Malagueña Salerosa

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Hola! Hola! ٩(^ᴗ^)۶

Aquí paso a dejar rápidamente el tercer capítulo de esta pequeña historia, espero lo disfruten!

Y si, debo admitir que me salió mas corto de lo que hubiera deseado, pero prometo compensarlo! (ಥ﹏ಥ)

—0—

[Si por pobre me desprecias, yo te concedo razón...

Yo te concedo razón si por pobre me desprecias...

Yo no te ofrezco riquezas, te ofrezco mi corazón...

Te ofrezco mi corazón a cambio de mi pobreza

¡Malagueña salerosa!

Besar tus labios quisiera, besar tus labios quisiera

Malagueña salerosa...

Y decirte niña hermosa, que eres linda y hechicera...

Que eres linda y hechicera como el candor de una rosa...]

...

Atsushi era un joven bastante positivo, era consciente de que algunas personas tenían un carácter especial y él nunca se atrevería a juzgarlas, es por eso que siempre solía darles a todas las personas que conocía una segunda oportunidad. Ryuunosuke no sería la excepción; el joven albino se encontraba acostado en el largo sofá que había dentro de la librería, cambiando las vendas de su pierna debido a la profunda mordida que recibió de la adorable mascota del azabache, aquel enorme perro negro del cual apenas y pudieron escapar todos con éxito.

—Espero que tengas una buena explicación Dazai. —Kunikida entró al local seguido por el castaño, en sus manos llevaba varios ungüentos para la herida del albino. —¡Casi matan al mocoso por tus ridículas ideas!

—Solo fue una pequeña mordida. —Se excusó Dazai, acostándose al lado de Atsushi en el sofá. —Además es por una buena causa, no puedes conseguir algo sin hacer un esfuerzo o sacrificio.

—¿Esfuerzo? ¿Sacrificio? ¡El mocoso casi pierde un pedazo de su pantorrilla! ¡¿Y si ese animal le pegó la rabia?! —El rubio se quejaba a viva voz mientras ayudaba al joven a limpiar la herida. —¡Y ni creas que no estoy al tanto de la invasión a la propiedad ajena que incitaste!

—¡Que no es invasión! —Replicó el castaño.

—¡Entraron a una propiedad privada escalando los muros! ¡A las doce de la madrugada!

—Bueno, eso solo significa que somos bastante condescendientes con las demás personas. —El castaño levantó los hombros con burla, Kunikida apretó los dientes sintiendo como una profunda vena saltaba en su frente. —Solo un bastardo desconsiderado toca la puerta a esas horas.

—¡DAZAI!

—E-está bien Kunikida. —Habló el menor por primera vez. —Es mi culpa, debí haber corrido más rápido.

—Tranquilo pequeño Sushi, la próxima vez me aseguraré de que mantengan amarrado a ese maldito demonio de cuatro patas. —El castaño le sonrió con convicción, maquilando rápidamente una idea en su mente.

—¡No habrá próxima vez! —Kunikida se adelantó antes de que Atsushi pudiera siquiera replicar. —No pienso seguir consintiendo que vuelvas a poner en riesgo la seguridad del mocoso.

—¡Pero estamos tan cerca...! —Dazai miró al menor, tratando de convencerlo con la mirada. —Sushi, escúchame, estamos tan cerca de obtener lo que quere- ¡digo! Lo que quieres...

Serenata a la luz de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora